Sucedió un año que no recuerdo pero debía ser el seis de enero. En el pueblo había una tradición interesante. Tres hombres escogidos alternadamente de entre sus 400 habitantes, se calzaban viejos trajes de Reyes Magos y montados sobre caballos convenientemente “ maquillados” con gibas para simular la joroba de los camellos transitaban por las calles del pueblo en la madrugada dejando sus regalitos a los niños.
Previamente los padres depositaban sus regalos, hasta la medianoche, en la entrada del Club “Estibadores Juniors”, con el nombre y la dirección de cada destinatario, lo que después ordenaban para facilitar la entrega.
Ese año los reyes fueron, Pristino Bogado, el peluquero en el rol de Gaspar, Plurianuo Melgarejo, el herrero como Baltasar y Rufino Azoaté, de profesión sereno, como Melchor.
Todo transcurría aparentemente bien. Para las 03 la mayor parte de los regalos estaban entregados y solo faltaba la calle corta del centro.
Cuando arribaban al Almacén El Gallo, Baltazar y Gaspar advirtieron que Melchor se había quedado muy atrás, dos cuadras antes. Igual siguieron porque quedaba poco y la cosa era hacer las últimas entregas y volver.
Melchor tenía un problema con su propensión a la observación de asuntos íntimos ajenos. Por la noche paseaba por las vecindades fisgoneando en las ventanas y ojos de llave, lo que disimulaba aduciendo que operaba como sereno voluntario.
Esa noche al pasar lentamente sobre el lomo de su caballo ruano escuchó gemidos de placer y no pudo. Su desviación le pudo. Se detuvo. Aprovechó que sus amigos reyes iban entregando los regalos con entusiasmo y se metió a mirar por la ventana de ese chalet lo que ocurría.
Pero Rufino, o Melchor, no tuvo en cuenta dos detalles: la precariedad de la plantera sobre la que hacia pie para fisgonear y el hecho que esa espalda peluda que veía agitada y ansiosa en rítmicos embates..era la del comisario del pueblo.
Al derrumbarse su pedestal de barro cocido hubo un fuerte ruido lo que advirtió al Comisario Principal Mario Altagracio Martinez que alguien lo estaba espiando. Salió a la calle desnudo, blandiendo su enorme colt 45 ( y no es una figura literaria) y ordenó que el degenerado permaneciera en el suelo apuntándolo y vistiendo un short mientras tanto.
Al lomo de su mismo caballo-camello lo transportó luego hasta la Comisaria, a media cuadra y ya allí le propinó una patada para acelerar su incorporación al espacio popularmente conocido con la denominación de calabozo.
En vano sus colegas reyes vinieron luego a interiorizarse del tema y tratar de poner paños fríos. El comisario adujo que no solo era grave el delito de fisgoneada sexual sino les manifestó su fuerte crítica por incorporar un degenerado de mierda ese año como Rey Mago.
Una hora más tarde llegó el cura párroco acompañado de la presidenta de la “Comisión de Fomento y ayuda al Anciano”. Tras rezar una oración por las almas descarriadas ante las rejas donde compartían estancia Rufino Azoaté y el muchacho que cada semana robaba celulares, la delegación religiosa fue a reunirse con el comisario para “unificar discurso” en relación a como explicarían a la población infantil porque uno de los Reyes Magos estaba tirando en el piso húmedo de la prisión del pueblo.
La idea fue bastante sencilla. Como bien lo decía doña Dorotea,(la acompañante del cura) “lo importante es mantener la fe de nuestros niños en el sagrado milagro de la estrella de Belén” , por lo cual convenía plantear una historia acorde con ello.
Para las 08, la noticia de la detención de un Rey Mago en la comisaría ya había recorrido como reguero de pólvora todas las vecindades infantiles y éstos, con sus caballitos de palo, sus camioncitos coloridos, sus pelotas número cinco, sus muñecas Barbie y sus jueguitos de cocina, se agolparon curiosos frente al destacamento policial con la esperanza de ver, por fin, un Rey Mago de carne y hueso.
Cuando se constató una respetable acumulación de niños, salieron al frontis de la comisaría, su titular, el cura y doña Dorotea. Esta última golpeo varias veces La sagrada Biblia con la mano para llamar la atención al tiempo en que sugería:
- Silencio niños!
El cura hizo de portavoz e indicó a los niños que efectivamente un rey mago quedó detenido porque se constató “fehacientemente” (enfatizó) que había dejado a numerosos niños del pueblo sin regalos
Quienes? Atinó a decir el gordito de camisa amarilla tímidamente a lo que la señora Dorotea interrumpio drásticamente – ¡No interrumpa al sacerdote, mijo!
El cura siguió explicando que esta prohíbo verlo al Rey Mago, que no darían más datos sobre su identidad, lo cual impedía a todos saber si era Gaspar, Melchor o Baltazar el desgraciado.
Por último el cura dijo que a la medianoche cuando todos los niños durmieran lo soltarían para que vuelva a Oriente.
De inmediato intervino el Comisario quien con voz imperativa dijo, “ bueno niños, les invito ahora cordial y cariñosamente a volver a sus hogares a la voz de tres..”
Al regresar al interior de la comisaría, el cura dejó una sabia reflexión, “fuimos astutos Comisario, para no traumar a las futuras generaciones es mejor enseñar a nuestros niños un mago ladrón antes que un mago pecador..”