O Las Multitudes siempre son exitistas
El
tio Piringo tenía labia para las sentencias. No la pegaba una al tratar de
aplicarlas, pero- quizás fruto de su afecto por las fábulas de Esopo- terminó
siendo un surtidor de pensamientos, citas y frases de oportunidad que,
lamentablemente, él no era diestro para aplicarlas, oportunamente.
Aquel
domingo, por ejemplo, al salir del templo, cuando Don Quintana- traje blanco de
brin de hilo y señora aferrada al brazo-
dijo en voz alta: “Que culta y mesurada
ha sido la homilía del Padre Waldimiro”, se le escuchó responder al tio
Piringo desde atrás.. “ Así es Don
Quintana, las multitudes siempre son exitistas”. O sea, eran lindos sus asertos
pero nunca le embocaba en su oportunidad.
De cualquier
manera lo de las multitudes que siempre son exitistas es lo que me hizo
recordar hoy aquel luctuoso suceso del año dos mil cuatro, cuando la
eliminatoria de la Copa del Mundo “Albania 2.005”.
Nuestra
selección atravesaba muy buen momento, desde el mundial anterior, en Bolivia,
donde se llegó a un meritorio “cuarto de final”, la tricolor solo cosechaba
éxitos en amistosos y encuentros asignados a “la fecha Fifa”.
Lo
cierto es que estábamos henchidos del orgullo y en las calles, en los talleres,
en las escuelas, la gente, los niños, los trabajadores, incluso en los
cuarteles, repetían el nombre del onceno
paraguayo con la misma fluidez como se citaba la tabla de tres o se cantaba el
Himno: Pedotti, en el arco, Peralta, el
“Foiza” Saucedo, Mendieta y “Moringa” Somoza,
Juan Bautista “El Machimbre” Riveros, Pedro Azcona y Gamón,
adelante- la delantera de oro- Soljancic, Bonjanovich y Cusmanich, buenos chicos que recalaron en el país hacía ya dos años, al parecer
disconformes con el manejo de ciertos temas de seguridad en su natal Croacia y
que - con muy buen criterio- fueron nacionalizados y puestos al servicio de la tricolor.
Fue
un año antes de la eliminatoria cuando se decidió, desde el propio Ministerio
de Deportes, convocar a un gran concurso nacional para determinar una mascota
que fuera representativa del ser nacional, aclarando un sabio inciso, que “
cuando nos referimos a “ser” no solo aludimos a personas, sino también a
plantas y animales”. Lo cual para el gusto de la Sociedad Minerológica del
Paraguay excluía injustamente a las piedras. Reclamo que sin embargo fue tibio
y finalmente consumido por el entusiasmo del concurso.
Veinte
días después, un grupo de personas de importante capacidad intelectual (al que
finamente sumaron dos periodistas por una cuestión de visibilidad) se reunió en
la Casona Alfano para determinar, de entre todas las opciones plateadas por las
456.986 propuestas remitidas por la ciudadanía, un ser, preferentemente animal,
que represente dignamente como mascota a nuestra selección.
En
un gesto que no se olvida hasta hoy, durante los tres días del conclave el tentempié
de mediamañana era una gentileza de empanadas Areco y un conocido dirigente
deportivo, que incluso luego se postularìa para Presidente, donó sus reconocidas
gaseosas para que los asambleístas no pasaran ni hambre ni sed. La tarde del
viernes se anunció al país que la mascota seria un animal de origen
prehistórico que seguía presente en el campo, fundamentalmente en el sur del
país, en la Argentina y en Chile, conocido en tales lares como el Tucu Tucos y aquí como el popular
“Anguja tutú”
De
inmediato se abrió el segundo sobre, que contenía el nombre de los postulantes
a calzar el uniforme de mascota oficial y resultó ganador un mozo del Barrio
Trinidad, hijo de un presidente de subseccional y por cierto con preparación
técnica como mecànico dental , de nombre Reinaldo Lenguaza.
De
una Talabarteria de Zeballos Cuè vino la oferta de elaboración del traje, que
se aceptó conociendo la calidad del Talabartero Ortiz en la producción de
monturas y cuerdas de arreos para las artes de equitación. No demoró dos semanas y el traje estaba
hecho.
El
uniforme de Anguja tutù era..pintoresco…por ponerle una valoración. Exigía
mucho sacrificio de su portador, porque como era de cuero, por consiguiente
rígido, tapizado con pelo de carpincho, obligaba a Lenguaza a permanecer
arrodillado todo el tiempo y a caminar de a cuatro patas. Hacia calor adentro y
tenia un problema adicional, no se veía nada, salvo el suelo. O sea, caerse no
se iba a caer, pero era imposible que ubicado en la gradería pudiera alzar la
cabeza para ver el partido.
Para
encontrar una solución, el Gordo Mereles, un técnico de radio, instaló un
receptor al interior del traje, con lo cual, Lenguaza podía escuchar el partido
y hacer unas piruetas cada vez que el equipo convirtiera un gol o la hinchada
produjera la ola. Igual, era muy sacrificado.
Conste que hubo quejas de la gente
malintencionada de siempre - que no puede ver a la gente trabajar- que lo acuso de Lenguaza de zoquetero por
cobrar un sueldo mínimo del Ministerio de Deportes por ese trabajo. Incluso se
discutió por las redes si operar el traje del Anguja Tutu era un trabajo
técnico o político, discusión que se disipó al tercer día porque era vísperas
del primer juego de las eliminatorias de nuestra selección.
El
domingo amaneció radiante, el estadio era una fiesta, el juego contra Trinidad
y Tobago parecía fácil, incluso hubo rumores que el equipo visitante tenia
ciertas falencias técnicas importantes para la pràctica del futbol. Un cronista que ingresó al ensayo visitante
simulando ser cortador de césped asegura que el técnico reunió a los jugadores-
morochones todos - e iba señalándoles con el dedo e identificando en voz alta
sitios de la cancha: ¡ arrrrco!! , ¡
Linea del meeeedio!, Banderín del corner!, cosa que algunos creen que fue un
invento mas del cronista fisgón.
Cuarenta
mil almas colmaban el Estadio Paulinho Filho Guimaraens, estadio donado por la
Cámara de Productores de Soja a la Liga Nacional de Futbol. Padres y niños
flameaban sus banderitas tricolores, una banda de músicos animaba con canciones
patrióticas y el nieto del hombre de Goma, conocido como Gomita elástica, hacia de saltimbanqui y contorsionista en el
medio del césped inmensamente verde. A
las 3 de la tarde ingresó la terna arbitral, los Jamaiquinos Tramaine
Austin, Jermaine Dayle y Peter Dick. Fueron recibidos como era de
esperar por la siempre entusiasta y honesta hinchada nacional: con un
estruendoso chiflido.
Minutos
después saltó a la cancha el cuadro de Trinidad y Tobago y de inmediato entró
la tricolor lo que motivó una explosión de jubilo en las gradas. Cuando se
formaron los equipos, y un poco antes de la entonación de los himnos, por los
altoparlantes se presentò a la mascota oficial del equipo nacional, el ya
popular ANGUJA TUTÚ.
Aplausos,
vitores, emociones para el bicho marrón, tieso, pelos de carpincho; que
reposaba al pie del palco, casi sin expresión, salvo una banderita tricolor que
lograba sacar de la manga derecha, agitándola intensamente, y unos movimientos
de izquierda a derecha. Igual gustaba. Igual emocionaba. La gente amaba a su
mascota nacional.
A
los 14 minutos se produjo una ocasión clara de gol para el combinado nacional,
que fue desaprovechada por el Machimbre Riveros. Increiblemente los delanteros
paraguacroatas estaban perdidos ese día. Estaban como en otro país. A los 25 minutos, un tiro libre desde la
cabecera del área produjo el primer golpe letal, golazo de Trinidad y Tobago. A
los 43 minutos, cuando la esperanza era que el descanso del juego sirviera para
replantear las estrategias, otro balonazo con pelota parada y el segundo gol de
los morochos.
En
el entretiempo la hinchada alentò a la escuadra nacional incluyendo a su mascota
en el verso de las artes animatorias. “ Aqui vino aquí està/ la hinchada del
angujá” decían incansables las 40 mil gargantas. De nada sirvió . El equipo no
solo no se repuso en el segundo tiempo sino estuvo peor. Cinco a cero fue la
cifra final de aquel triste domingo del debut.
Fue
entre el martes y el miércoles que surgió la versión, casi como un gesto
descuidado, sin intención de instalar nada, pero anduvo rondando casi como una
chanza inofensiva, aquello que el “Anguja tutu” era mufa. Sin embargo no paso a
mayores.
Quince
días después, el partido con Bolivia no fue mejor, fue peor. Caímos tres a
cero, y pese a que hubo un culpable claro: la altura, ya empezó a generarse lo
que llamaría una corriente de opinión en relación a la coincidencia de la
presencia del Angujà Tutù en las gradas del Estadio “ Zenon Banzer” de la Paz.
La
semana siguiente el partido fue de nuevo en Asunciòn y pese a los aplausos, -algunos dirían apagados - con que se
recibió la presencia de la mascota de la selección en el Estadio de
Asunciòn, el entusiasmo fue decreciendo
con el correr de los minutos y el agitar de las redes locales con los goles del
rival: Argentina, que nos calzò cuatro goles ya en el primer tiempo.
Luego
vino la debacle frente a Peru, la otra derrota, muy dolorosa frente a Grenada,
la caída frente a Ecuador y el contundente revés frente a Brasil. El mal humor general, la inminencia de la
desclasificación del mundial, ya estaba francamente orientado hacia un fusible
social claro: la mala suerte del Angujà tutù, cuya presencia era no solo
cuestionada, sino abiertamente repudiada en los estadios donde la selección
disputaba sus encuentros. Habia graffitis en todas las calles contra la
mascota. Pasacalles incluso.
Nos
quedaban dos juegos, de vida o muerte. El partido frente a Santa Cruz, que se
había escindido deportivamente de Bolivia y el juego contra Alaska que ese año
jugaba en la llave de América Latina por esos enjuagues que uno nunca alcanza a
entender de la FIFA.
Asunciòn
era un hervidero. En los programas de radio se amenazaba abiertamente al Anguja
Tutu sobre que su sola aparición en el estadio provocaría su inmediato
linchamiento.
La
primera vez que la mascota no asistió, en toda la temporada fue en el encuentro
contra Santa Cruz. La Albirroja no solo ganó, sino goleò, 5 a 1, y Asunciòn se
tiño del color de la fiesta. Hubo festejos frente al Panteón y felices
especulaciones sobre las posibilidades que se abrían de asistir al repechaje si
perdía Venezuela en su juego del sábado y ganaba Paraguay en su encuentro del
domingo frente a Alaska.
Durante
la Semana, hubo incluso un discurso Presidencial de apoyo a la Selecciòn en el
curso del cual el Presidente Rogelio Mauricio Regúnega hizo una clara alusión,
en tono de advertencia sobre la necesidad que la ausencia del Anguja Tutu sea
una especie de causa nacional. “hemos providenciado ante el Ministerio de
deportes la inmediata cancelación del contrato de prestación de servicios del
Anguja Tutù, para resguardar tan importante paso de nuestra querida tricolor”
anunció el Presidente. El jefe de estado aumentò en 8puntos su popularidad esa
semana, solo con tal discurso.
De
hecho, cansado de los improperios y amenazas, Lenguaza no tenia el menor
interés en asistir al estadio y eso estaba decidido. Sin embargo, la noche del
sábado tras la caída de Venezuela y la apertura formal de una ventana de
esperanza de clasificación hacia el repechaje, se le presentó una idea
estupenda.
Iría
al estadio, envolvería su disfraz en una gran bandera, con la colaboración de
dos vecinos del Barrio y una vez que la victoria de la Selecciòn fuera
irreversible, se calzaría el traje de cuero y lograría, de esta forma su
histórica reivindicación.
Y
asi fue. Como nadie lo conocía a cara descubierta, entró con tranquilidad acompañado
de sus vecinos Efraín y Federico. El
estadio estaba colorido y repleto. Algunos hablaban de setenta mil personas y
unas diez mil que quedaron sin poder ingresar. Habia pantallas gigantes por
todas partes, en los talleres, en las iglesias, en los reservados.
Para
los 20 minutos del primer tiempo la Selecciòn ya derrotaba dos a cero al onceno
alaskeño. Algunos aseguraban que “los esquimales” como le llamaban los
relatores deportivos , sufrían mucho el calor del verano paraguayo y así debía
ser porque había un constante desmayo de
los carrileros contrarios.
El
estadio se derrumbaba de la Alegría. Entre tanto Lenguaza vibraba como un
aficionado màs en el estadio, pero a los treinta del segundo tiempo, cuando un
relator mechaba el tema de su ausencia en términos de decir “ gracias Dios el
Anjuja tutù es solo un mal recuerdo..”, algo le hizo un click, y fue cuando
decidió que era momento de lavar su buen nombre.
Del
montículo de tela de la bandera, retiró con la ayuda de sus vecinos el traje de
Anguja Tutú. Los primeros espectadores del sector de plateas que advirtieron el
operativo empezaron a alarmarse y a generar protestas. Incluso un grupo que era rápido para los
estribillos armò rápido una advertencia que empezó a instalarse en la garganta
de cinco mil, luego diez mil personas de ese sector…
Anguja,
anguja, la puta que te pariò
Te
poné el traje de mierda
Y te
colgamo del panteón…
A
los 35 minutos el resultado ya era irreversible. Dos a cero mas viento a favor,
mas la selección jugando como los dioses, no había nada que esperar. Era solo
calzarse el traje y subir al carro del vencedor. “Para el pitazo final del arbitro se olvidarán del villano y el anguja
volverá a ser el semi dios” , argumentò casi a los gritos a sus
acompañantes.
Le
ayudaron a calzarse el ridículo traje de cuero y en la medida en que el publico
se disgustaba y ya le gritaban improperios desde todos los costados del
estadio, sus amigos decidieron dejarlo solo. Allí, quieto al pie de las sillas de la parte baja,
con su banderita tricolor apenas saliendo y agitada en la mano derecha.
Anguja,
Anguja, como no te soporto
La
concha de tu madre
Sacate
ya ese traje
O te
rompemos el or…
Era
el grito de ochenta mil personas. ( se
incluía a los de las pantallas gigantes)
A
los 43 minutos hubo una muy mala noticia. Increiblemente descontò Alaska con un
gol de mediacancha del carrilero Yakutat, cuyo único merito anterior era ser un
buen cazador de nutrias en la Península de Valdez.
De
inmediato todos los rostros giraron hacia esa cosa de cuero, con pelos de
carpincho instalada en los bajos de la platea, ya no le cantaban improperios,
sencillamente esas sesenta mil bocas babeaban ira.
No fue lo peor. Lo peor pasó a los 47, tiempo de
descuento. Primer córner para Alaska, centro de “Amizclero” Yakutat y cabeza de
Vladimiro Bejarov , mítico centrodelantero de 52 años, rescatado de un lejano
iglú del Estrecho de Bering, , y gol. E mpate de Alaska y fin de cualquier
esperanza de llegar al mundial.
Aquello
fue así: Hubo un momento de silencio. Luego
sucedió: Un grupo de tres mil personas
asaltaron el sitio donde se encontraba la mascota. Lo lanzaron por los aires
hasta el escenario de juego. Unas diez mil que ingresó a la cancha destruyendo
el alambrado perimetral, por el impulso de la furia irreprimible, lo hicieron
rodar a patadas en una especie de vuelta olímpica alrededor de la cancha.
La
barra brava aportó luego todos sus explosivos preparados para la segura
victoria con lo cual hicieron una pira en cuya cima colocaron a la mascota con
Lenguaza a bordo. Encendieron la mecha y el Anguja tutú y su tripulante volaron
por los aires.
En los bajos un puerto privado de Villeta, 24 horas después, rescataron algunos restos
del Angujà tutú, aun humeantes.
Al
día siguiente, cuando enseñaban en el canal 9 las imágenes tétricas de la
mascota destrozada, el tío Piringo que al toque podría haber dicho aquello de
las multitudes exitistas, sorbió un mate y dijo algo así como “el hombre se
preocupa por los amaneceres como si el sol viviera en los calendarios..”
Y de
nuevo nadie le entendió.-