Que
aburridas eran las meriendas de tías. Una tarde mi vieja me llevó.
Ya
por el camino te arreglaban el pelo justo en esas esquinas donde se reunían tus
amigos, o peor aun, estaban jugando a la pelota. Peor. Te agarraban de la mano y te pedían
cada dos cuadras y media que te levantaras las medias. Esas medias horribles
con rombos celestes sobre un azul laíno.
De aquellas de café y bizcochos en las que empezaban hablando de la empleada, luego se pasaba - de inmediato- a la salud
de los niños, a recordarlo a a Luisito,
hijo de la Chunchuña, que estaba delicadito del pecho. Esto detonaba un nuevo
capitulo: hablar de médicos. Que el Dr Fulano lo curó con una receta al
Joaquinito, y que la Dra Nuñez era una despistada y que parece que el Dr.
Medina y la farmacéutica tienen algo. Allí la tía Nena seguro instalaba el cuarto
tema de la agenda de tías reunidas, ¡ el cura!. ¡ Te enteraste que el Padre
Ruperto le echó de la misa a la maestra Lupita? ¡ Una minifalda que no te
imaginás!. Ya no tienen gracia estas maestras de hoy en día.
El
sexto tema arrancaba cuando una tía pispaba un detalle en el vestido de otra
tía. - ¡Maria Luisa, que lindos tus botoncitos!, decía melosa, y dale que
vienen treinta minutos de hablar de modistas, telas y accesorios. Y de cual era
la modista del momento, en este caso la Patricia, lástima que tiene – pobrecita – fuego de San
Antonio, justo ahora que se viene la colaciòn.
Y
vos allí, con tus 6 años, pantalón cortito, medias escocesas esas,
"Championcito rojo" y una remerita amarilla con detalles de un Ratón
Mickey de los 40, te chupás la tarde en una silla, cuyo fino mullido dejó de
ser cómodo hace hora y media, con las dos manos instaladas bajo los muslos – a
veces – mirando tus dedos, el detalle de tus uñitas – otras veces – , o
tratando de huir con la mirada por una mísera ventana del fondo que, lejos, dejaba ver una gallina pasando de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, pero nada más.
Con
los pies subiendo y bajando en imperceptible movimiento pendular y tu mirada al
suelo, habiendo ya contado por decimoctava vez, la cantidad de baldosas negras
(143) y baldosas blancas (120) y te aprestabas, mirá lo que te voy a decir, a
la resignación de contabilizar las veces que subia y bajaba, al mecer el sillòn
de mimbre de la tía Maricucha: eso era el aburrimiento en la versión de Wagner, el músico, no va a ser el Senador.
¡Hoy a esa edad se aburren porque el cable no tiene mas que 16 canales para
niños ! mirá lo que te digo. Aburrirse, aburrirse era de esos tiempos.
Encima
al retornar, dos cuadras después, te tenías que enterar – como si un tribunal
se reuniera en la cabeza de tu vieja durante las dos cuadras anteriores - ¡ si
te portaste bien o si te portaste mal!.
Creo
que generaciones de estoicismo se abrevaron en esas circunstancias heroicas.
Eso si. Las tías – de aquellas- nunca
hablaban de sexo ni planeaban noches de chicas como ahora. Lo cual, no hace
otra cosa que abundar en la ya referida aburridez.-