viernes, 17 de abril de 2015

UNA TARDE MI VIEJA ME LLEVO



Que aburridas eran las meriendas de tías. Una tarde mi vieja me llevó.
Ya por el camino te arreglaban el pelo justo en esas esquinas donde se reunían tus amigos, o peor aun, estaban jugando a la pelota.  Peor. Te agarraban de la mano y te pedían cada dos cuadras y media que te levantaras las medias. Esas medias horribles con rombos celestes sobre un azul laíno.

De  aquellas de café y bizcochos en las que empezaban  hablando de la empleada, luego se pasaba - de inmediato- a la salud de los niños, a recordarlo a  a Luisito, hijo de la Chunchuña, que estaba delicadito del pecho. Esto detonaba un nuevo capitulo: hablar de médicos. Que el Dr Fulano lo curó con una receta al Joaquinito, y que la Dra Nuñez era una despistada y que parece que el Dr. Medina y la farmacéutica tienen algo. Allí la tía Nena seguro instalaba el cuarto tema de la agenda de tías reunidas, ¡ el cura!. ¡ Te enteraste que el Padre Ruperto le echó de la misa a la maestra Lupita? ¡ Una minifalda que no te imaginás!. Ya no tienen gracia estas maestras de hoy en día.

El sexto tema arrancaba cuando una tía pispaba un detalle en el vestido de otra tía. - ¡Maria Luisa, que lindos tus botoncitos!, decía melosa, y dale que vienen treinta minutos de hablar de modistas, telas y accesorios. Y de cual era la modista del momento, en este caso la Patricia,  lástima que tiene – pobrecita – fuego de San Antonio, justo ahora que se viene la colaciòn.

Y vos allí, con tus 6 años, pantalón cortito, medias escocesas esas, "Championcito rojo" y una remerita amarilla con detalles de un Ratón Mickey de los 40, te chupás la tarde en una silla, cuyo fino mullido dejó de ser cómodo hace hora y media, con las dos manos instaladas bajo los muslos – a veces – mirando tus dedos, el detalle de tus uñitas – otras veces – , o tratando de huir con la mirada por una mísera ventana del fondo que, lejos, dejaba ver una gallina pasando de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, pero nada más. 

Con los pies subiendo y bajando en imperceptible movimiento pendular y tu mirada al suelo, habiendo ya contado por decimoctava vez, la cantidad de baldosas negras (143) y baldosas blancas (120) y te aprestabas, mirá lo que te voy a decir, a la resignación de contabilizar las veces que subia y bajaba, al mecer el sillòn de mimbre de la tía Maricucha: eso era el aburrimiento en la versión de Wagner, el músico, no va a ser el Senador.

¡Hoy a esa edad se aburren porque el cable no tiene mas que 16 canales para niños ! mirá lo que te digo. Aburrirse, aburrirse era de esos tiempos.
Encima al retornar, dos cuadras después, te tenías que enterar – como si un tribunal se reuniera en la cabeza de tu vieja durante las dos cuadras anteriores - ¡ si te portaste bien o si te portaste mal!.
Creo que generaciones de estoicismo se abrevaron en esas circunstancias heroicas. Eso si. Las tías – de aquellas-  nunca hablaban de sexo ni planeaban noches de chicas como ahora. Lo cual, no hace otra cosa que abundar en la ya referida aburridez.-






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