Doña Marina, allá en Pilar, tenia su pesebre y vos - con el correspondiente permiso de tu madre- podrías ir a visitarlo con un grupo de amiguitos.
El tema era que tenias que estar quieto, mirando absorto y sin decir palabra si no querias ligarte, a saber: una carajeada importante de doña Marina y la promesa que los Reyes Magos se olvidarían de vos el 6 de enero.
Así pues, ir a ver ese pesebre era una morbosa mezcla de ganas de admirar y de derrochar infantil adrenalina.
El tema era que tenias que estar quieto, mirando absorto y sin decir palabra si no querias ligarte, a saber: una carajeada importante de doña Marina y la promesa que los Reyes Magos se olvidarían de vos el 6 de enero.
Así pues, ir a ver ese pesebre era una morbosa mezcla de ganas de admirar y de derrochar infantil adrenalina.
Una vez, a nuestro amigo Miguel, el grandulón que - el pobre- era tuertito, le pasó algo increíble; de tan entusiasmado que estaba, mirando todos los detalles, se le cayó el ojo de cristal justo en el cuenco donde abrevan los animalitos de barro, hablo de la vaca, la oveja, el burro, un gallito y te juro que no sé que cornos hacía en ese mismo lugar un soldadito de plomo de la segunda guerra mundial, una de dos, o se extraviò corriendo cagado en las patas de Normandía o la mala de doña Marina lo puso allí para dar una cosa de vigilancia al lugar.
Lo cierto es que después de retirarse honorablemente del lugar, sin decir ni mu, Miguelito nos contó su drama, tapándose un ojo y llorando al mismo tiempo en la oscuridad de la calle.
El grupo, de cinco mitaí que integraba, no tuvo mejor idea ( karma que arrastro desde entonces) que pedirme que haga de canciller y negocie con Ña Marina el delicado asunto de recuperar el ojo del amigo del oasis ese que había allí bajo un símil de cocoterito hecho de una pata disecada de teteu puesta al revés y adornada en su cima con hojitas verdes de cartulina.
Volví pues a la casa del ogro y al transcurrir hacia su interior percibí claramente que detrás de mi no sonaba sino el eco de mi zapatito nuevo de fin de año. Los cuatro infelices quedaron afuera protegidos como si la misma Luftwaffe estuviera a punto de bombardear.
Pero enseguida me di cuenta que era una misión imposible. En el patio de la casa, solo en el tiempo en que deliberábamos afuera ya se había armado una crisis de histeria con exclamaciones al altisimo, exhortaciones urgentes para buscar al cura de inmediato e inicio simultáneo del rezo del santo rosario y el canto del sagrado salmo reverendísimo a la virgen del Pilar.
¿Que pasó? . Que justo que salimos, a Ña Marina se lo ocurrió arreglar el pesebrito ¿y con que se encontrÓ? ¡ con un ojito del niño dios que le miraba desde la aguita de los camellos!!
¡ Y yo ! Yo guaú pio iba a romper ese encantador momento sagrado?. Nambré. Primero porque iba a ligar seguro y ser tratado de sacrílego y hasta que viniera mi madre a regar de sal el suelo por donde saldría caminando de rodillas hasta la calle no me liberaría la maldita de Ña Marina y en segundo lugar porque la versión milagrosa estaba tan instalada que ni si apareciera el Diputado Portillo acompañado de Marilina, iba a distraer la atención en ese momento.
Entonces, arrastrado de la camisa por una de las señoras, me arrodillé también a rezar al "santo ojito del niño dios", o mas bien al ojo de vidrio de Miguelito que - hay que decirlo - parecía brillar mucho mas que en condiciones normales, capaz que porque nuestro amiguito usaba gafas con frecuencia; pero allí, en la lagunita, se lo podÍa ver en todo su esplendor y te miraba francamente desde dentro del agua.
Media hora después me liberaron y los chicos me esperaban con enorme angustia afuera metidos con el consuelo a Miguelin que no paraba de sufrir.
Tuve que encararlo y mirándole fijamente AL ojo le dje:
- Miguelín, ponéte feliz, tu ojo es Dios.-
Tuve que encararlo y mirándole fijamente AL ojo le dje:
- Miguelín, ponéte feliz, tu ojo es Dios.-
ADS. 11.Dic.-
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