Sucios eran los de antes.
Yo
recuerdo el miedo que nos daban los ataques del Atlético “Turismo y Deportes”
cuando el que comandaba la patota ofensiva era “El espino” Peralta.
Morocho,
metro ochenta, con las piernas brillantes y músculos que parecían querer
escaparse de su todo mientras corría levantando polvareda en el viejo estadio
de la Mutual de Obreros y estibadores navales.
No
solo era boca sucia el negro, sucia pero sucia, sino tenia esa forma de acercar
el rostro para reclamar cosas que intimidaba a los referis, incluso al valiente
del coronel Mandivieso que de tanto en tanto pitaba en aquellas jornadas de la
3era divisional.
Con
los centrales que trataban de pararlo era aun peor. Sus datos de intimidación
no tenia que ver con la madre de uno, lo cual sería casi una sutileza para “El
espino”, noo, en los forcejeos pronunciaba amenazas, te recordaba cosas de tu
novia, la hora en que tu hermanito salía de la escuela o directamente te
amenazaba de muerte.
Un
ataque del Espino Peralta era una inquietud propiamente para el kinesiólogo Fernández,
en nuestro banco,para los padres de uno que miraban desde las gradas y para el
único médico del pueblo.
En
los tiros de esquina la cosa pasaba a ser directamente dolorosa. Nadie sabía
donde escondía esa espina de cocotero que utilizaba para aliviar la carga de
hombres encima en el afán de evitar su cabezazo. En el hospital del pueblo
desfilaban al día siguiente zagueros con agujeritos negros en la espalda y
hasta en las pantorrillas.
Decí
que los lunes a primera hora ya estaba atendiendo a las señoritas en su
peluquería para damas y te daba vergüenza denunciarlo porque capaz el maricòn
terminabas siendo vos.-
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