Que hay después de vos sino el contradictorio menú atiborrado de ofertas de alta cocina del universo; de las clásicas, de las de autor, de las de boutique, de las tradicionales, de las regionales, de las Tailandesas, las Chinas, las Japonesas, la Argentina, la Francesa, las miles mas.
Quien sos vos, en esencia, EMPANADA, a vos te hablo. Como hiciste para llegar aquí, para persistir topeando en el gusto, mas que nada, ¿eh?.
Que yo sepa, nunca tuviste el marketing de la Coca Cola, ni de las Hamburguesas, siquiera el de los alfajores y mucho menos el de las pizzas; pero estas allí, relacionado con algún poroto perdido de Mendel, saltando las generaciones y a su vez con alguna influencia rara en nuestros jugos gástricos que te piden, y te piden, y no dejan de pedirte: a mediamañana en una reunión de trabajo con amigos, en un alto en el camino durante un viaje, en la previa de una reunión o un asado.
¿Qué nos hiciste, vos, EMPANADA? a vos te hablo..Y trato de saberlo observándote. Estas allí ,como corresponde; en un platito de acero inoxidable de bar, papel sulfito abajo, como un microscópico mantel de sacrificios, humito de nuevo, y vos estas allí.Capaz - digo, sin pensar mucho - un secreto de la empanada sea su misterio. Si. Es un bocado que vos ves pero no ves. Como una mina que conocés esta noche y la encontrás estupenda pero te preguntas un poco ¿cómo será por dentro?.Obviamente ni con la mina ni con la empanada estas pensando en sus adentritudes espirituales sino en las mas carnales, nunca tan coincidente decirlo. Te hacés la cabeza tratando de determinar por donde empezar.
Y fijate que curioso, es posible que la humanidad hubiera avanzado significativamente en sus esfuerzos por determinar las técnicas de abordaje masculino, si fuera que ella - la humanidad te digo - se detuviera a observar al sujeto de marras y su forma de empezar con una empanada.
Conozco algunos, mi amigo Felipe por ejemplo, que es – por hacerla sencilla- un hermeneuta de las empanadas.Su primera acometida es casi parangonable con la categoría de un beso con dientes que apenas retira y disfruta la coronación de este manjar, allí donde el forro contenedor y el repulgue logran su gloriosa península, muy arriba.Lo que queda es, entonces, la sugerencia del gusto que viene, que se eleva - por la fina herramienta de convección térmica, ( corrientemente llamada chimenea) - con un sahumerio anticipatorio de todo lo que vendrá en sus síntesis de sabores. Este es un estilo delicado, che. Y sí; Felipe es de los que con las minas tiene tiempo para un verso y para florecer en las cabezas la flor del libido, plantita descuidada por muchos.
Otros, como “El Machimbre” Sosa, le entran de una a la empanada. A un centímetro del objeto gastronómico enciende una especie de monstruo aspirador que tiene entre la tráquea y el palatino y hace una especie de “ struufssss” sujetador y para adentro. De un bocado se devora la mitad. La otra mitad la baja sin mirarla, y queda, mientras mastica, en el platito de acero inoxidable con su pobre humanidad destrozada, con medio huevo huyendo despavorido como saltando del titanic a la balsa de sulfito y cien gramos de carne molina y verduritas florecidas en los bordes. No es una ceremonia,lo que se vé, como en el caso anterior, mas parece una escena del crimen. Se imaginarán lo que es poner una tierna damisela en el camino del Machimbre Sosa, una noche de entreveros entre mojitos, margaritas y Vodka.
Pero fijate que el pelado Johansen tiene otro estilo. No menos cruel, pero razonablemente científico. El pelado cree en el repulgue, el cree que radica allí, y no en otro sitio, la exaltación final de la religión de los comedores de empanada. Y quien es uno para meterse en la religión de la gente. El tipo mira la empanada, la observa. Le pega unos giros al plato utilizando los dedos índice y medio; varios giros, tres o cuatro, mirándola desde su superioridad ( siempre me recuerda al gato maula jugando con el mísero ratón), después que la mira un rato más, la agarra, como si fuera un choclo, por ambas puntas y le va, che, al centro, le come la panza te diría.
Gente como el Pelado Johansen sabe como, en dos dentelladas, dejar solo el soporte estructural del repulgue indemne, y de nuevo lo devuelve al platito. Lo deja allí mientras goza del contenido, hasta que lo despide hacia la bolsa.Luego, goza, lenta, sostenidamente de ese borde crujiente con el mismo goce orgásmico de un final feliz.
El pelado no anda bien de amores, pero se lo sabe en múltiples aventuras exitosas, porque - como dice OR Borba, un pensador importante de este ámbito- “lo importante es que los finales sean crocantes”.
Y están los otros, representados fielmente por el amigo Plurialberto Mendez: los que comen con cuchillo y tenedor. Raza odiada por los principales teóricos del empanadismo mundial, etiquetados como “nuevos ricos” en las artes de esta especialidad.Plurialberto y los suyos no solo usan cuchillo y tenedor, sino – en una maniobra que generó mas de un escandalo en preciosistas y ortodoxos – parten en cinco o seis partes el sagrado alimento, y como si todo eso no fuera suficiente, alzan el platillo y soplan los restos humeantes del pobre mutilado. Es probable que sean de estos sean los solterones que uno ve por allí, adornando la diversidad del universo.
En fin, podríamos pasarnos horas hablando de las empanadas, fundamentalmente las de la vieja de uno. Mi mamá lograba meter un guiso completo dentro de sus gloriosos “pasteles” – dimensión plato -en una tecnología que murió con ella para agregar un dato más a su inolvidable memoria.La próxima vez que paseis frente a una empanada, recordad nada más que ella esconde la formula de una felicidad que ha logrado superar los horribles tiempos de las esteticistas y las dietas para adelgazar, con el mismo donaire como las truchas panza blanca del Canadá superan cada año, aguas arriba, la glotonería horrible de los osos pardos.-
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Quien sos vos, en esencia, EMPANADA, a vos te hablo. Como hiciste para llegar aquí, para persistir topeando en el gusto, mas que nada, ¿eh?.
Que yo sepa, nunca tuviste el marketing de la Coca Cola, ni de las Hamburguesas, siquiera el de los alfajores y mucho menos el de las pizzas; pero estas allí, relacionado con algún poroto perdido de Mendel, saltando las generaciones y a su vez con alguna influencia rara en nuestros jugos gástricos que te piden, y te piden, y no dejan de pedirte: a mediamañana en una reunión de trabajo con amigos, en un alto en el camino durante un viaje, en la previa de una reunión o un asado.
¿Qué nos hiciste, vos, EMPANADA? a vos te hablo..Y trato de saberlo observándote. Estas allí ,como corresponde; en un platito de acero inoxidable de bar, papel sulfito abajo, como un microscópico mantel de sacrificios, humito de nuevo, y vos estas allí.Capaz - digo, sin pensar mucho - un secreto de la empanada sea su misterio. Si. Es un bocado que vos ves pero no ves. Como una mina que conocés esta noche y la encontrás estupenda pero te preguntas un poco ¿cómo será por dentro?.Obviamente ni con la mina ni con la empanada estas pensando en sus adentritudes espirituales sino en las mas carnales, nunca tan coincidente decirlo. Te hacés la cabeza tratando de determinar por donde empezar.
Y fijate que curioso, es posible que la humanidad hubiera avanzado significativamente en sus esfuerzos por determinar las técnicas de abordaje masculino, si fuera que ella - la humanidad te digo - se detuviera a observar al sujeto de marras y su forma de empezar con una empanada.
Conozco algunos, mi amigo Felipe por ejemplo, que es – por hacerla sencilla- un hermeneuta de las empanadas.Su primera acometida es casi parangonable con la categoría de un beso con dientes que apenas retira y disfruta la coronación de este manjar, allí donde el forro contenedor y el repulgue logran su gloriosa península, muy arriba.Lo que queda es, entonces, la sugerencia del gusto que viene, que se eleva - por la fina herramienta de convección térmica, ( corrientemente llamada chimenea) - con un sahumerio anticipatorio de todo lo que vendrá en sus síntesis de sabores. Este es un estilo delicado, che. Y sí; Felipe es de los que con las minas tiene tiempo para un verso y para florecer en las cabezas la flor del libido, plantita descuidada por muchos.
Otros, como “El Machimbre” Sosa, le entran de una a la empanada. A un centímetro del objeto gastronómico enciende una especie de monstruo aspirador que tiene entre la tráquea y el palatino y hace una especie de “ struufssss” sujetador y para adentro. De un bocado se devora la mitad. La otra mitad la baja sin mirarla, y queda, mientras mastica, en el platito de acero inoxidable con su pobre humanidad destrozada, con medio huevo huyendo despavorido como saltando del titanic a la balsa de sulfito y cien gramos de carne molina y verduritas florecidas en los bordes. No es una ceremonia,lo que se vé, como en el caso anterior, mas parece una escena del crimen. Se imaginarán lo que es poner una tierna damisela en el camino del Machimbre Sosa, una noche de entreveros entre mojitos, margaritas y Vodka.
Pero fijate que el pelado Johansen tiene otro estilo. No menos cruel, pero razonablemente científico. El pelado cree en el repulgue, el cree que radica allí, y no en otro sitio, la exaltación final de la religión de los comedores de empanada. Y quien es uno para meterse en la religión de la gente. El tipo mira la empanada, la observa. Le pega unos giros al plato utilizando los dedos índice y medio; varios giros, tres o cuatro, mirándola desde su superioridad ( siempre me recuerda al gato maula jugando con el mísero ratón), después que la mira un rato más, la agarra, como si fuera un choclo, por ambas puntas y le va, che, al centro, le come la panza te diría.
Gente como el Pelado Johansen sabe como, en dos dentelladas, dejar solo el soporte estructural del repulgue indemne, y de nuevo lo devuelve al platito. Lo deja allí mientras goza del contenido, hasta que lo despide hacia la bolsa.Luego, goza, lenta, sostenidamente de ese borde crujiente con el mismo goce orgásmico de un final feliz.
El pelado no anda bien de amores, pero se lo sabe en múltiples aventuras exitosas, porque - como dice OR Borba, un pensador importante de este ámbito- “lo importante es que los finales sean crocantes”.
Y están los otros, representados fielmente por el amigo Plurialberto Mendez: los que comen con cuchillo y tenedor. Raza odiada por los principales teóricos del empanadismo mundial, etiquetados como “nuevos ricos” en las artes de esta especialidad.Plurialberto y los suyos no solo usan cuchillo y tenedor, sino – en una maniobra que generó mas de un escandalo en preciosistas y ortodoxos – parten en cinco o seis partes el sagrado alimento, y como si todo eso no fuera suficiente, alzan el platillo y soplan los restos humeantes del pobre mutilado. Es probable que sean de estos sean los solterones que uno ve por allí, adornando la diversidad del universo.
En fin, podríamos pasarnos horas hablando de las empanadas, fundamentalmente las de la vieja de uno. Mi mamá lograba meter un guiso completo dentro de sus gloriosos “pasteles” – dimensión plato -en una tecnología que murió con ella para agregar un dato más a su inolvidable memoria.La próxima vez que paseis frente a una empanada, recordad nada más que ella esconde la formula de una felicidad que ha logrado superar los horribles tiempos de las esteticistas y las dietas para adelgazar, con el mismo donaire como las truchas panza blanca del Canadá superan cada año, aguas arriba, la glotonería horrible de los osos pardos.-
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