domingo, 26 de mayo de 2013

LOS POLLOS DE JAPON


A 30 años de la inundación de mi pueblo. ( Una historia real contaminada de ficción)


LOS POLLOS DE JAPON.

Es mentira ( y pasa de la consideración que peca de minimalista a la falta de sentido critico en el juzgamiento de las historias ) creer que la principal anécdota en la vida del “Japo” fue aquella cuando atrapo entre las dentelladas sonoras de sus platillos charleston y le pegò un palillazo en los nudillos al pobre Nene Cucú.

Baterista como era y líder de un grupo de Rock, en Pilar, durante cada actuación debía soportar la irrupción del Nene Cucú, un personaje del pueblo que merecería un cuento completo, quien sabia ponerse entre el baterista y el publico , extendiendo su diestra con su tradicional gesto de manguear un cigarrillo y no se iba hasta lograrlo.

Una noche de esas fue que el Japonés cazó los dedos del Nene entre los platillos y al mismo tiempo le asestó un golpe de palillo tan sonoro y doloroso que decí que era en medio de una canción pesada de Vox Dei cuando dice…¡ cuanta veeeeeeeerdaaaad hay en vivirrrr solameeeeeenteeee..” y que el Corcho y Palito lo cantaban duro y en dúo, que , por eso, nadie escuchó el alarido del Nene.

Tampoco es la anécdota mas notoria aquella, sobre la que él mismo se vanagloriaba, de haber dedicado cinco años de su vida a evitar que su hermano, -una especie de Presley de Pilar- Chingolo Burgués, se quemara el pecho con el ultimo cigarrillo que fumaba cada noche, ya en la cama.

El Japo aduce que sufría de insomnio porque debía quedar despierto hasta que el edificio de ceniza del ultimo cigarrillo amenazara con derrumbarse, cuando con toda delicadeza le retiraba el pucho de entre los dedos del hermano y por fin podía dormir. Salvo que Chingolo se despertara durante la operación, lo cual suponía que debía prender un nuevo faso para reintentar dormir y el Japo de nuevo quedaba sentado esperando retirarlo de entre sus dedos y rogando que no despierte de nuevo. Una vez se repitió esa operación 12 veces en una sola noche, recordó un día en lo del basquetbolista y almacenero “Pato Ganso”.

En realidad la anécdota mas importante del Japonés Burgués fue aquella de la inundación. 1983. La vez que vivieron durante un mes sobre el techo de la casa de su cuñado Monzón.

Las aguas del rio Paraguay y el Arroyo Ñeembucu habían inundado Pilar, una belleza de lugar allà en el sur. Mucha, mucha gente - casi toda - había tomado sus cosas imprescindibles y rumbeado hacia Asunción y otras regiones, buscando el refugio de un pariente, de amigos , o un alquiler para dejar que pase el tiempo y las aguas para el inexorable volver.

Pero por distintas razones, unas atribuibles al apego y otras a alguna razón imperiosa, algunos pilarenses debieron quedarse a vivir en esas “tierras” ( valga el entrecomillado) que ahora eran “aguas”. Nadie supo nunca a cual de esas razones respondía “el quedarse” de Japonès, pero era lógico que un tipo como èl no iba a moverse de Pilar en esas circunstancias…quien iba a contarlo después.

Ese es el merito de Japon, Japones, Japo, para sus amigos. Su sempiterna calidad para construir de historias nimias un gigantesco relato en el que cabían el Comisario de Loma Clavel, la pendeja de Gral Diaz que persiguió a Palito para “chupar tereré”, Boris Karloff, el arquero Zoquete Mora, la vasija de Tutankamon, la parrilla de Carrasco y el ratón Jerry, con una naturalidad que el Gabo exploraría mejor en algunos cuentos, en algunos.

Pero volviendo al curso de la historia, y al curso del rio que decidió tragarse nuestro pueblo por una buena temporada: apenas declarada la derrota de los muros el Japonès anunció que no se movía nada de Pilar y que montaría una carpa en la “losa” del techo del cuñado Monzòn.

Así fue. Cargaron 5 bolsas de galleta sin grasa ( el cuñado era panadero) y se pusieron arriba con una dotación de 10 cajas grandes de picadillo, vaca-í, dos buenos reeles y la ultima lata de seboí hú de la ultima incursión pescadora. O sea, la presunción del Japones era que los dorados y surubies iban a pasear por la calle Catorce luego hacer un giro ( “incluso a contramano, ojo, eh?” Diría luego con su consabida acidez el Pato Ganso), tomaría la Av. Antequera, hasta pasar en cardumen urbano frente a su casa. Cosas del Japo.

El agua cubría las ventanas de las casas de la vecindad, quedaban en superficie los frentes superiores de azotea y los techos, naturalmente.
Al segundo día él y su cuñado empezaron a sospechar que la hipótesis de la pesca prodigiosa era pura paja. Encima húmeda, agregaría sin tanta imaginación.

Pero no estaban solos en ese lote. Habían dos limoneros alrededor de la casa. Conservaban el verdor en sus pocas hojas sobrevivientes del otoño y de sus ramas colgaban…siete gallinas. En verdad eran una veintena, pero varias no alcanzaron a avivarse cuando la correntada ganó el patio.

Al tercer día, cuando el picadillo al pan ya era bastante previsible en la dieta de los Burguez-Monzón y el gusto a carne conservada se impregnaba de todas sus conversaciones, fue aquel tercer día cuando Japonès se puso a observar a sus pollos trepados en las ramas.

Advirtiò que no quedaban siete, “eran seis nomàs ya”. Y que la debilidad iba tumbando a las gallinas en la medida en que pasaban los días: Las que ya no aguantaban la debilidad, caían y quedaban flotando un rato en el patio y seguramente devoradas luego por otras bestias como un perro desesperado, un par de monos que moraban en el aguacate del fondo que, quien sabe de donde habían llegado, o quizás el mismísimo – diosnosguarde- el mismísimo Manati que rondó durante una semana la ciudad inundada y se fugó luego de ser descubierto.


Lo que hizo Japonès fué habilitar una planilla, plancheta y hoja de diseños, y con un lápiz bicolor de carpintero, fue individualizando y numerando las seis gallinas restantes. En el inventario incluyó muy prolijamente, dibujos de ellas, el estado físico, e incluso el anímico eh?, ( la mbataraza tiende a dormirse mucho y un viento la puede tumbar..” se encontró en una de sus anotaciones. “la aká botó sigue caminando, el peligro es que se resbale de una de las ramas ..” decía otra).

Recordó unas charlas con Benito Almeida, sobre el biorritmo, que venía en la edición de Diciembre de Radiolandia y trató de utilizar toda esa experiencia también en su catalogo buscando desentrañar un misterio que – según confesó años después – pasaba a ser un dato de vida o muerte, no tanto para los pollos como para ellos mismos: necesitaban saber con precisión cual sería el próximo pollo en caer del limonero.

Si lograban determinar con precisión tenían resuelta una parte importante del problema alimenticio. Como no tenían heladera, los pollos vivos se conservaban solos y - escribió en su bitácora del Techo Seco - “ la gallina a comer era aquella que decidió morir porque ya no podía resistir. Además era una cosa ética para nosotros, de alguna manera los poyos ( poyos, escribía Japonés) eran nuestros hermanos en la desgracia y forzando la comparación – añadió – capaz que nosotros nos moríamos y ellos nos comían.”. Al pie de la pagina puso una anotación que pinta de cuerpo entero la gravedad del sino cruel que los acongojaba. “esto se parece un poco a los puntos estos que se hicieron puré en la montaña esa, de Himalaya era?. Medio como eso ès.”

Gracias a esta tarea, muy digna de los naturalistas exploradores de los siglos 17 al 19, es que lograron sobrevivir con dignidad Burguez y su cuñado Monzòn, es màs, cuando vos ves los apuntes de Humboldt o los dibujos del vivario de Darwin y lo comparás con el cuaderno de diseños Michelangelo que usò Japonès para describir el comportamiento de sus gallinas en la inundación de Pilar, no salìs a decir ..Ohhh que diferencias hay entre aquello y ésto.
Bueno, sigamos.

Japonès perfeccionò tanto el sistema que para el segundo día de la observación, trazò con el lado rojo de su lapicito de carpintero un corta-aguas (pucha que ironía) marginal en el que apuntò:

“ creo que estamos ya en condiciones de definir un futurible para cada uno de los poyos”.

Asi fue como, del pan con picadillos o Vaca-í, la dieta, paso a ser de guiso de arroz con gallina, pal mediodía y sopa de gallina pa la noche, y así, otras combinaciones. Una gallina duraba, por cierto, un par de días, con buena sal y el fresquete de un otoño-invierno conservado en agua.

La radio decía que la inundación iría cediendo en una semana. Pero el olor al caldo de gallina y los guisos que se mandaban por esos días, había generado un enemigo imprevisto. Japones asegura que unos vecinos del Barrio General Diaz, viejos piratas del “Fabrica Bajo”, habían pasado - navegando a camalote - a bordo de una vieja y gigantesca tina ,que algunos atribuían pertenecer al viejo Alberzoni, en actitud - por lo menos - sospechosa. Iban mirando fijamente, no tanto el campamento del techo, como el limonero con sus 5 pollos sobrevivientes.

No había leído a Barret y su cuento “Las Gallinas”, pero el problema de la propiedad y del “ser propietario” se había incluído imprevistamente en el continente de sus tribulaciones de sobreviviente.

Fue cuando al grito de “Hombre al agua”, Japo se lanzò a rescatar una vieja cubierta de tractor del abandonado patio vecino, le agregó unos tablones en el medio, lo puso a flote, y lo estacionò frente a la casa, amarrándola desde el techo. “Estamos listos para defender nuestra soberanía “ dijo mas tarde.

Transcurrieron los días, y todo siguió funcionando a la perfección. Gallina que empezaba con los “chuchos de la muerte” ( asi alcanza a describir en su “Bitacora del Techo seco”) era bajada y degollada antes de llegar siquiera a la muerte cerebral, digamos, y en dos horas era guiso o carne que se guardaba, salada, para un par de días.

La inundación se fue y tras ella empezó a recobrarse la normalidad. Vos le ves hoy a Japones, tocando la batería en su nuevo grupo y no vas a decir nunca “ ese que ves allí fue un biólogo de la gran siete en mayo del 83”, porque no te lo van a creer. Salvo que le preguntes al Pato Ganso.-

miércoles, 22 de mayo de 2013

El bar de Palmerola.


El bar de Palmerola.


Mas de uno asegura que la actitud fascista y despreciativa hacia toda forma de contestación social que “adornaba” la personalidad de Juan Napoleón Palmerola tenia mucho que ver con el sufrimiento que le había impuesto su apellido en la escuela primaria.

Ya era un clásico que superaba incluso los ligustros que pintaban los lindes de la Escuela Santísimo Sacramento que lo había marcado hasta el trauma, aquello mas agresivo de “Palmerola, tocame las bolas”, o este menos creativo y mas pudendo de “ No hinches las palmerolas”. Lo cierto es que fue calando en el sentimiento íntimo del niño, y luego adolescente, una forma de  desprecio por la gente que gesticula y grita, orientándose luego, en las estribaciones de su adultez hacia un pavor/odio hacia la izquierda y los zurdos, propiamente, que como diría mi Tío Gandolfo “ héroes que andan por allí defendiendo la humanidà y para ser puteados”, precisamente.

Sería al segundo año de mandato del Intendente Paul Smith Melgarejo, de recordada gestión ( y en la Contraloría General de la Naciòn) que Palmerola decidió visitarlo. Lo recordó como compañero de fila en el 4to grado y pretendía pedirle un favor de antiguos condiscípulos, honrando aquello que también dice mi Tio Gandolfo que “cuando uno llega al poder los compañeros de la primaria se multiplican y los bancos de agigantan”.

El favor consistía en obtener una manito en la licitación del Bar del Centro Recreativo, Social y Deportivo de la Villa del Rio, CERESODEVIRI, sitio de importante concurrencia de jóvenes, e incluso sectores de la clase media no ingresantes al Club Deportivo y Social del Remo, de mas alcurnia, digamos, por dejarlo todo en brazos de una frase.

En la semana del petitorio de audiencia le concedió una reunión el Intendente, quien por cierto al recibir la cedula de solicitud de manos de su Secretario Privado, abrió grande los ojos y exclamó: “Palmerola, tocame las bolas…”! . Luego le explicó al despavorido muchacho la historia de esta expresión. Lo cierto es que el jueves a las 11.00 , Palmerola estaba en la antesala aguardando que el Intendente lo reciba. Diez y siete segundos antes de ser convocado un repentino dejavú le golpeo la frente. Recordó que Smith era el mas insistente acosador con la historia de su apellido, pero nada – repensó- el fin justifica los medios y los sufrimientos.

La puerta del despacho Municipal se abrió. Había una decena de personas esperando al Intendente. El propio Smith quiso darse el gusto de salir y convocar a voz de cuello a su ex compañero. – Palmerooooola…- exclamó. Obviamente no dijo el resto de la frase, pero detonó una carcajada al fondo de la antesala, que luego se identificó como perteneciente a Eduvigis Mateucci, un ex abanderado de un año superior de la escuela, que naturalmente recordaba la anécdota y posiblemente al verlo a Palmerola estaba acosado exactamente por los mismos recuerdos.


Smith lo atendió muy bien y acomodó la licitación para que Palmerola resulte a cargo del Bar de CERESODEVIPI, que a partir de ahora pasaba a llamarse el BAR de PALMEROLA.

Consistía en una sala grande, piso de granito, barra de atención al cliente, mesas de bar y un patio pequeño, para un par de mesas mas en homenaje a los fumadores. Igual, en las noches de peñas, los fumadores terminaban adentro y los no fumadores, con algún cuestionamiento hacia el humo, terminaban en las mesitas ubicadas bajo un par de Naranjeros, alrededor del aljibe colonial.

Por cierto era la primera experiencia gastronómica del Palmerola, mas que nada motivado por las ganas de permitirse ciertos caprichos, como encontrar un sitio, de su propio regenteo, donde armar una ronda de amigos y putear a gusto contra los izquierdistas, “chingados de su madre, pelilargos que no se bañan nunca..”.

Y cayeron algunos parroquianos en las primeras semanas. Lo que no cayó bien  fueron los gestos de sobrepeso relacional de Palmerola, que a contertulios que llegaban, algunos con ganas de celebrar un cumpleaños, otros para hablar de un negocio o una pareja clandestina buscando ese sitio para intercambiar novedades, siempre se encontraba con la aproximación de Palmerola - allà por los 10 minutos de la estancia en el bar - con alguna de las variables abrelatas de su conversación: “ vieron la tele?, están locos estos comunistas, no?”, o , “ustedes deben opinar como yo, estos zurdos merecen ir a la cacerolita, no?”.

Con el tiempo la clientela se le fue yendo, principalmente algunos que intentaron reincidir en el bar y se encontraron dos o tres o cuatro veces con la misma historia.

Setiembre fue un mes jodido porque no cayo nadie. Octubre peor. Despidió a la cocinera y no rescindía contrato porque, si bien le facilitaron el acceso a la llave del bar, sus cláusulas de renuncia al trato eran leoninas. Fue cuando se le ocurrió lo del aviso en el diario. Un aviso en el que anunciaba que iba a abrir su nueva temporada de peñas ( las que había cancelado hace un semestre en su intención que no hubiera música que interfiriera en su charla con los clientes) y llamaba, por ese mismo anuncio, a los grupos que quisieran participar, a que se anoten.

Serian las doce menos cuarto o las doce de aquel miércoles, cuando ve llegar al Bar a un chico de barba marrón, gorro jamaiquino, guitarra enfundada al hombro y una camiseta roja rojita con la indudable expresión “música y revolución, Carajo..”. Iba a intimarlo a que se detenga en el dintel, pero luego recordó el anuncio y en sus adentros dijo, “ ya esta, si aguante lo de Palmerola, tocame las bolas por años, ahora aguanto esta visita..”.




-Como le va - dijo Hugo Aguaviva, el chico de marras, quien apenas se acodó en la barra, pego en chiflido de esos que se hacen con los dos dedos (mugrientos para el gusto de Palmerola) y respondiendo al mismo entraron dos mas al Bar, uno, el Gumer Dick, que luego sería presentado como percusionista de la banda y la otra, la Aleida Gutierrez, quien también seria presentada luego, como segunda voz y pandereta del trio.

-Que les trae jóvenes – dijo el dueño del bar, tragándose el impulso de leer las leyendas de las demás remeras asistentes.
-Venimos por el anuncio, queremos hacer un toque aquí, a ver que onda, el perraje vive en la vecindad, capaz que pegue, boluo – adujo Hugo con muchas ganas de convencer al de la convocatoria.
– Mi hijo, yo “boluo” no soy, eh?
-Perdon, boluo, somos las tribus urbanas, es el dialecto, loco, perdón..-
- Bueno – se repuso Palmerola – y que música hacen?
De todo , loco – se entusiasmó el Hugo – pero nada de boludeces, música seria, rock, algún mambo nostálgico, algún Dylan por ahí, te descuidás y salta un Marley, incluso aquí Aleida, de padre folklorista, tiene unas versiones de Yambay en blues, que están en el mastique de los perros…
-Ok – interrumpió Palmerola- me dejan un celular, les llamo si hay espacio este viernes, esta bien?.
Asi ganaba tiempo, pensó , a ver si cae algún grupo “decente” que evite este numero en la semana.
-Estupendo loco, su nombre? – preguntó el músico.
-Jose Napoleón – respondió él, ocultando su traumático apellido.
-Grande Napo! – gritó el percusionista a medida en que recorrían el bar rumbo a la salida.

No transcurrieron diez minutos y sonó el teléfono.
-       Hola?
-       Si, el Bar Palmerola?, llamamos por el anuncio, somos un grupo de canción testimonial, “Los Hermeneutas de Bakunin”, y nos preguntamos si hay espacio para un recital en la semana.
-       Ehh ..- Palmerola contuvo la respiración… si, y que música hacen? – pregunto a pesar de todo.
-       Y nada, - respondió la voz – nuestro canto es el murmullo soterrado de la clase trabajadora, es casi un canto de alcantarilla, le diría, que reivindica a Jara, pero no evita tocar un par de canciones de Hugo Ferreira si hay un publico mas noventoso en la sala…
-       Mmm, su nombre?
-       Federico CantaLuna, “ Juan Fernandez” es mi nombre artístico…


-       Bueno, don Fernandez, le respondo hoy o mañana, hay una larga lista, comprende?
-       No hay dramas, Señor, Ud sabe que las reivindicaciones artísticas del canto nuevo no dirimen con las urgencias sino con la estructuralidad del tiempo… asi que , avise nomàs y estamos allí…

Colgò  y se quedó pensando. Parecía una broma del destino. Igual trato de encontrar explicaciones. Era un barrio así. De hecho en la otra esquina funcionaba la sede del PRTCT (Partido Renovador Todos contra Todo), que responde a la Internacional de jóvenes contra el ALCA. Y no hay que ir sino tres cuadras mas abajo para encontrarse con la sede del PMASI, el Partido Movimiento al Socialismo Indisoluble. O sea, barrio progre, ès, pensó.
Ya iba resignándose a su suerte cuando vuelve a sonar el teléfono. Esta es la mía, pensó, “que sea un grupo Tanguero, que sea un grupo tanguero”

          - hola - dijo seco y macho para disuadir.
-       El Bar de Palmerola?, se escucho una ronroneante voz de mujer.
-       Si, asi es señora
-       Gracias por lo de señora, me revientan los machistas piropeadores que escuchan una voz de mujer y piensan en el levante – se escuchò decir al fondo para su estupor –
-       Diga…señora…
-       Leímos el aviso, somos las Negras Locas de Frida,  y nos jugamos por el anote en su llamado a músicos. Podemos tocar en la semana..
-       Hacen música de protesta – mascullo- ya de brazos caídos- Palmerola…
-       Protesta no, señor Palmerola, ¿Palmerola?
-       SI, Palmerola..
-       Mire don Palme, lo nuestro es mas convergente con el new age, pero sí, hay una onda de revocatoria de paradigmas que tiene que ver con el elemento simbólico de nuestra trova, un blend del rock emergente árabe con alguna letra de Nestor Damian Girett, capaz. Así, como muy loco. Tenemos una opción, somos asociados a los graffiteros de “La vieja pared” y mientras tocamos pueden pintarle el muro, es opcional…
-       NO. Eso no. Pero le devuelvo la llamada si hay espacio, ok?
-       Gracias Don Palmito.

No fui sino una o dos veces al Bar de Palmerola cuando empezó su etapa de recitales, mas bien por èl deje de ir. No me gusta ver a la gente que cambia de pensamientos por las obligaciones del comer y no dudo que debía ser triste para èl también al principio.


Ademas estaba muy entusiasmado con los nuevos debates políticos de lo que tomaba parte antes de la debacle económica del Bar. Justo que empezaba a enganchar con aquella gente de la coordinadora de los SUPPM, ( Soberanos Unidos del Paraguay para el Mundo) que planteaba una indemnización ante el gobierno Argentino tanto por las tierras inundadas a consecuencia de  la represa de Yasyreta como por otros hechos ingratos de la historia, incluyendo una justa compensación por el incidente que tuvo el Gral Jose Eduvigis Diaz con una bala de cañon, y que obligo al Dr Skiner, de la sanidad de campaña, a retirarle una pierna en los campos de Paso Pucú.

El ya se sentía muy cómodo con toda esa nube de nacionalismo, como en sus tiempos mozos cuando compartía el pupitre con un compa ya fallecido, el gordito Coronel, Pastor de nombre, pero como diría un cura amigo, Dios escribe la historia con renglones retorcidos y efectivamente, la ultima vez que lo ví con la remera del Che, canturreando “Que la tortilla se vuelva” con el mismísimo Camilo Soares acodado en la barra de su Bar, me dije para mis adentros “ se nos fuè Palmerola, se nos fue”, y caminé de regreso a Casa. Asunción es una caja de sorpresas.-


lunes, 20 de mayo de 2013

Don Pereira, un señor que dolía mucho.




Don Pereira, un señor que dolía mucho.



Nadie escuchó hablar a don Pereira. Salvo dos palabras. Eso sí, silbaba, silbaba entre dientes, suavecito pero sostenido; no silbaba para llamar a nadie, capaz era  tímid, pero no lo haría aun si estuviera en apuros, silbaba para escucharse, silbido de ciego sería.
Don Pereira lucía una impecable chaqueta blanca, pantalones grises y una cartera de cuerina negra que aferraba bajo el brazo en sus paseos por las calles de mi pueblo.

Vivía en una casa de frente de azotea y muro gris en el Barrio San Antonio. Los niños que alguna vez fuimos a recibir sus servicios en su casa pudimos ver su decorosa pobreza y su impecable orden. Sobre una mesa de mantel blanco, había un reloj despertador y un cuaderno “Adelante” donde había una lista de niños con direcciones anotada en lápiz y horarios puestos en birome de trazo rojo.

Algunos niños del barrio General Díaz creían que el silbido de don Pereira aplacaba y silenciaba a los perros. “Los perros no ladran cuando pasa don Pereira” aventurò a decir “Urticaria” Mendieta, el hijo de don Ruperto, sereno de la fàbrica.

Don Pereira caminaba al mediodía y a la medianoche, al amanecer y al ocaso con sus mismos pasos sostenidos, ni lentos ni ligeros, sin girar el rostro, solo silbando y agachando levemente la cabeza morocha -pelo negro indeleble con el paso de los años - cuando debía saludar a los vecinos. Era inmutable, serio, no llegaba a desatento ni a “avá” solo por ese tenue saludo. “Es un inglès mbya” decía mi Papà que sabía ponerle apodos a la gente.

Le tenían mucho respeto nuestros padres. Nosotros le teníamos un sordo pavor.
Cuando llegaba a casa , uno generalmente estaba en la habitación contigua a la sala, en cama y con fiebre y solo escuchabas a tu mamà que decía: Viejo, llegó don Pereira.

Entonces empezabas a seguir toda la escena por los mismos ruidos repetidos de siempre de don Pereira. El silbido que cesaba en la puerta, su saludo levísimo, el “pase don Pereira” del papà de uno. Luego escuchabas la cremallera de la cartera negra, el ruido de las botellitas…allí volvía durante algunos segundos el silbido entre dientes, luego un carraspeo, luego el silbido, luego escuchabas el sonido metálico de los recipientes de hervir el agua, la fricciòn del fosforo, el sofocón del alcohol al encenderse.

Aunque tus viejos estuvieran allì don Pereira no decía palabra, ni del tiempo hablaba don Pereira che. Luego volvía a cesar el silbido, solo para escuchar una sierrita degollando la ampolla del polvo de penicilina. Luego el ruido de la jeringa metálica y las agujas emergiendo de su hervor desinfectante.


Cuando ya te dolía las nalgas era cuando escuchabas la única expresión conocida de don Pereira:
-       ¿Por donde?
Y es entonces cuando los traidores de tus viejos lo traían a la habitación donde vos ya estabas boca abajo y esperando. El frío del alcohol mentiroso untándose en la zona del desastre era la siguiente sensación, luego el ultimo carraspeo y antes que èste termine, el pinchazo.

Era un mago, su pinchazo dolía mas mentalmente que en la realidad. Antes de incorporarse hacía su único gesto humanista, te tocaba la cabeza casi como una caricia y decía algo que ninguno de los chicos del barrio consultados supo desentrañar nunca.
Luego escuchabas que lo despedían y tu  mamà decía algo como
-       A las 5 de nuevo don Pereira?
Y “ así es” era todo lo que decía este hombre.

Julio Centuriòn, una de las mejores voces del rock pilarense, dijo muchos años mas tarde, recordándolo,  “ don Pereira era un señor que dolía mucho”. Y tenía razón.-

20-05.13

UNA SIMPLE SERENDIPIA.


UNA SIMPLE SERENDIPIA.


Bebían el ultimo café, con los sorbos suaves de las pautadas despedidas. Aquellas que vienen con libreto encima y en las que ni èl ni ella se escuchan, porque todo lo que esperan es llegar a la ultima frase mágica que precede a los dos besos del adiós. Aquella que asegura que uno o una solo quiere que el o ella sea feliz por el resto de su vida.
Fue en ese instante cósmico, en aquella mesa de café cuando Juan Gilberto, avisado de que seria lo ultimo que diría , pronuncio aquello:

-       Finalmente, Marta, lo nuestro fue una simple  y hermosa serendipia.
-        
Ella suspiró. Alzo las cejas como asimilando el aserto, suspiró resignada y dijo:
-       - Y si, no? … -

Volvieron sobre sus pasos. El fue a beber la cerveza de los solitarios. Ella... bueno, ella fue a consultar un diccionario.- 

La banda de los románticos.


La banda de los románticos.


Mientras las uñas largas del sol empezaban a rasgar el proyecto de alborada del setiembre aun frio en Pilar, Maldonado, el estudiante de derecho,  ebrio y sinuoso  bajaba la calle 14, recordando retazos razonables de un poema de Oscar Ferreiro. En rigor bajaba la calle porque la mano invisible que apura a los borrachos arrugaba la espalda de su traje amanecido hacia la plaza del soldado desconocido.
 
“Se está hamacando en el puerto la lancha dos corazones” recitaba el hijo del farmacéutico mientras ya en la plaza eludía una pareja aturdida por los negocios de
l touch and go en la vampiresca empresa de terminar antes que el sol se imponga con esa mancha de luz que ensucia las delicias de la vida ciega.

Alcanzó a sentarse en el banco que mira hacia la Isla efímera de los tiempos del rio bajo, una especie de zona primaria de importación ilegal donde la “Banda de los  románticos”  suele retornar a esa hora y a quienes daría una mano en el aterrizaje de sus mercaderías en una especie de canje por las clases de percusión que le ofrecía los miércoles de 11 a 13 el líder del clan de música y cabotaje, el Tano Burgués.

Diez minutos después divisó el “glorioso encuentro” así llamada la opción casi astronáutica de acoplamiento entre la canoa de los chicos y el bote de la marina que hasta las 6 de la mañana ofrecía una caja delivery a dos kilómetros de la costa con el altruista propósito de aliviar ( con costos generosamente inferiores) las tarifas ingratas de los vistas de aduana en una especie de blanqueo indocumentado que no era otra cosa sino una especie de certificación legal del no avistamiento naval  de la embarcación con lo cual el acto y efecto de contrabandear morigeraba a un estadío que el compositor del grupo, Pepin Araujo, se animaba a describir como el “limbo pacotillero”.

El colorado Rios, el tercer tripulante y a la sazón remero premium del grupo se ocupaba luego de recordar las viejas lecciones de remo del profesor Camacho en el colegio Juan XXII para impulsar con una centena de movimientos encadenados de sus músculos sordos de machutero del grupo . La canoa reposaba 15 minutos más tarde en el bajo de los camalotes, donde la embarcación Santa Anita empezaba con sus tableteos de arranque para la rutina de pasajeros al Puerto Bermejo.

Aniano, el quinto en cuestión arribaba al unísono con su ruidoso rastrojero para los asuntos del transporte terrestre de la mercadería con tanta tarea de conjunto ( nunca mejor expresada) que en media hora todos estarían durmiendo el justo sueño de los microempresarios de ribera.

Pero ese día se rompió la rutina.

“Federico Aproniano Mendez Martinez, jefe de Aduana de Pilar” enunció una voz desde la altura que por su porte y resolución los tripulantes atribuyeron al petiso pelado con corbata azulgrana parado en medio de tres señores con chaquetas de la repartición estatal.

- Esto que están cometiendo es el grave delito del contrabando que desangra las arcas del estado y provoca pobreza y desigualdà social – siguió recitando - efectivamente, el petiso, al tiempo en que golpeaba una plancheta y procedía a sorber un mate amargo con aire de autoridad implacable.
El tano, líder del grupo al fin, alzo los brazos para evitar cualquier opiniòn de integrante alguno de los romanticos y tomó la palabra.

- Señoor..
- Federico Aproniano Mendez Martinez, nuevojefedeaduanaspilar..
- Don Federico, nosotros vamos a darle todas las explicaciones, tenemos el permiso de la marinería, apenas nio son unas carguitas de vino y harina, para la sostenibilidad de nuestra familia… además somos nio del grupo La Banda de los Romanticos, la orquesta del pueblo que todos conocen…
- Yo no. Yo vine a percibir las tasas y tributos del estado y no a escuchar música mijo… la camioneta se deposite en la aduana y los infractores nos acompañan de inmediato - ordenó
  La procesión de los jóvenes y el comando aduanero partió del puerto hacia el edificio de la aduana, con la mercadería al frente a marcha de difunto ( mas por la antigüedad del rastrojero que por efecto alguno de dar garantías de no elusión a la ley).

Media hora después la intercepción portuaria era noticia en Pilar. El noticiero de la radio dio parte del suceso con todos los nombres. Para las 07,48, las madres de los artistas formaban un sindicato de plañideras en el patio de la aduana cuestionando el operativo y agitaban banderas sobre esa forma de justicia que siempre cae sobre los hombros de los desvalidos. No faltaron alusiones a contrabandistas empresariales que conformaban el podio de los intocables en el pueblo, referidos mediante el  viejo truco literario de la comparación.

La Asociación de Músicos Pilarenses envió una conspicua delegación integrada incluso por el nonagenario arpista Sindulfo Mosqueda, gesto que por muchos años fue recordado en el hospital regional, área de terapia intensiva, de donde fue retirado a cambio de un concierto en el encuentro anual pro- aguinaldo del centro asistencial.

Juvencio el campanero del templo, quien sabe arrebatado por el misticismo o quien sabe por su parentesco cercano con el colorado Rios fue portador de un colchoncito, un cirio que encendió en el acto tras lo cual anunció ante la multitud que se acrecentaba en el lugar, su constituciòn, sin más tramites, en huelga de hambre hasta que “los jilgueros del pueblo recuperen su libertad y sus derechos”.









El teléfono del intendente Osorio no dejaba de sonar y la presión social se acrecentaba con el reclamo ciudadano proclamado en las radios sobre la ausencia de las autoridades para mediar en esta coyuntura. El colectivo FREUPORJU (Frente unido por la defensa de la juventud) alcanzó a caracterizar este suceso mañanero como una oprobiosa muestra de “ausencia del Estado” forzando una interpretación a los fines de sus fines.

Dos horas después del operativo aduanero el intendente Osorio acompañado de 7 miembros de la policía municipal de transito se apropincuó ante el edificio de resguardo portuario e irrumpió resueltamente oficinas adentro sin detenerse a gozar de la aclamación popular que para esa hora tendría mil doscientas gargantas.

Media hora después el Intendente acompañado de los integrantes de la Banda de los Románticos  y el Jefe de la Aduana, Federico Aproniano Mendez Martinez, aparecieron en los balcones de la casa señorial de principios de siglo  para anunciar la liberación de los hijos del pueblo sometidos a tan abrupta circunstancia.

Por cierto Osorio no solo destacó en su encendido discurso la condición moral y ética de los muchachos sino también a sus cualidades musicales, hizo loas a su particular interpretación de “La Balsa” , “Volveras mi amor” o la versión de “lotrodia caminando por las calles” , entre otros hits, “ con los cuales – dijo- llenan de sana alegría nuestras fiestas”. También en un giro imprevisto colmó de consideraciones la tarea patriótica del jefe portuario, a quien declaró provisoriamente ad referéndum de la Junta Municipal de cuya coincidencia decía no dudar, “posible hijo dilecto del pueblo de Pilar”.

“Estos episodios en nuestra vida ciudadana nos ayudan nada mas a entender que las autoridades debemos coordinar un poquito nuestras actividades” dijo ya hacia al final de su alocución lo que fue para los preciosistas de la retórica el único tramo un tanto cuestionador que el jefe de Aduanas entreverado en las mieles de la aclamación no recogió como una crítica sino como un aporte a la integración.

Diez minutos después el grupo retornaba a sus hogares y los miembros de la movilización a sus asuntos cotidianos, incluyendo a Juvencio el Campanero que por su intención de mortificarse con la purificación del hambre fue homenajeado por la ASOSETEMPI (Asociaciòn de Mujeres del Templo de Pilar) con un locro ypycuè elevado a categoría de olla popular a un costado de la Cruz de la última misión.

Treinta años después, el 17 de setiembre, se recuerda en cualquiera  de las residencias de los integrantes del recordado grupo la fiesta de conmemoración popular de este episodio, oportunidad en que con comida y regalos para los concurrentes se memora aquel atraco a la convivencia pacífica e incluso se animan a tocar juntos de nuevo los integrantes de la Banda de Los Romanticos, quienes en un gesto de unidad histórica lograron que sus hijos cultivaran de nuevo las artes de Santa Cecilia, que ahora el ritmo del reegaeton dan vida a la agrupación “Los hijos de la Canoa” en un oculto propósito de homenajear a sus padres que sacrificados y obstinados treparon las escarpadas cumbres de la prosperidad con la nobleza del canto.-

MASACRE EN EL BAR “LOS DOS CHINOS”


MASACRE EN EL BAR “LOS DOS CHINOS”

 
-      -  Hola ..Marta?. Soy Julián.
-      
S  - Si claro que sé que sos Julián, como no voy a saber que sos Julian.

-       - Marta, escuchame porque estoy en el Hospital, tranqui, no estoy mal, solo con unos rasguños y un ojo en compotas.
 ...
-Te explico.  Esta mañana, o al mediodía, salimos de la oficina, íbamos con Clarita, Fernando y Eugenio, al Bar de la Esquina, “Los Dos Chinos” , te acordás, el de comida Oriental sobre Estrella. Fuimos a pie porque sabés que al mediodía es insufrible el trafico en el centro y encontrar estacionamiento: un suplicio, pese a que después recordé que podía haber metido el auto allí debajo de la plaza de la Democracia.
Bueno lo cierto es que llegamos al Bar, calor afuera, nos sentamos, mesa de cuatro, yo frente a Clarita y a los costados Fernando y Eugenio. Pedimos unos jugos mientras íbamos escogiendo la comida y entonces se produjo aquello. 

Marta, me escuchas?. Bueno, la pared de vidrio explotó. Yo mientras miraba el rostro de terror de Clarita y Fernando, pensé, Zas! Un auto, peor aun, un carro de esos de caudales, salió de carril y atropelló la puerta de vidrio. Cuando mire hacia la calle ya buen kilombo había. Pedazos de vidrio. Los hijoeputas no sabían que alguna vez le chocarían el ventanal y los vidrios no eran inastillables. Sangre chorreando en costados y rostros de clientes sentados cerca de la ventana. Finalmente, alguien entrò de afuera y grito, “ es una bomba carajo..!”. 

Luego el tipo sale corriendo y escucho que agrega “ en el basurero una bomba..”,  yo ya veía venir el apretuje y el atropello de la gente al tratar de salir por la pequeña puerta y el ventanal hecho pelotas  y entonces le digo a Eugenio  Cesar, ¿hay una puta puerta de emergencia hacia atrás?. El compa no me dice nada y solo mira hacia atrás. Aprovecho para mirar al resto de la mesa . Clarita sostenía su bolsón, en posición de pollito mojado, viste? Fernando  solo miraba hacia fuera. Estábamos nio todos cagados que otra cosa te puedo decir. Iba a decirles que tomemos nuestras cosas y atropellemos la salida cuando se produjo aquello: Primero pensé que eran relámpagos, luego recordé el calcinante sol afuera. De inmediato se escuchó la ráfaga. 

Eran muchos, que te puedo decir, muchos serian 12 o 14, todos vestidos con uniformes del ejercito, pero uno cachaba que no eran milicos por las barbas que usaban y el pelo largo. Se parapetaron en las ventanas rotas y en la puerta y disparaban hacia la calle. Los hijoeputas debian ser del EPP o algo y se enfrentan a la policía afuera” alcance a decirle a Eugenio.
Nos metimos bajo la mesa. Yo sentí lo cagado y tiritantes que estaban mis acompañantes. Clarita lloraba y Fernando hacía que llamaba por teléfono pero no hacia un joraca, era que estábamos todos cagados nomas.


Que mbore, vos sabés que hacen los polis. Tiran granadas de gas lacrimógeno!. Allí adentro, Martita, era un infierno, te juro mi amor.  Pero lo que sucede después es lo peor. Llegan 4 de los tipos estos ñembo guerrilleros  y nos obligan a nosotros ¡ a nosotros! A levantarnos y acompañarles hasta la puerta. ¡que mbooooorre! Iban a usarnos de escudo humano, entendés?. Afuera la policía seguía disparando y por lo menos dos de estos locos también le metían con sus fusiles automáticos ráfagas a ciegas casi.

Nos hacen poner las manos atrás  y nos llevan hacia la puerta. Justo pio teníamos que ser nosotros siendo que había mil millones de clientes dentro del bar. Ya íbamos a salir afuera cuando se produjo una detonación aun mas fuerte. Era otra bomba que colocaron estos ñatos y explotaba justo frente al Bar, en un Banco, que era nomas luego el objetivo.

Allí murieron muchos, no pude contar. ¿Vos te acordás, Martita, de don Evaristo, el señor aquel que tenia una Farmacia en Sajonia donde íbamos a nebulizarla a la Joaquina. Bueno ese señor murió allí, en la calle, con el hijo, el grandote medio bobo que ponía las inyecciones, te acordás? Encima llega una ambulancia justo en el momento de la explosión, se caga todo el chofer y va sobre el puesto de chipas, arrolla y hace puré de dos o tres chiperas , angà, pobre gente sacrificada.

Los terroristas estos aprovechan ese kilombo frente al banco para sacarnos afuera, adelante estaban Eugenio y Fernando, yo atrás con Clara. Estaban negociando y nos ponían el fusil sobre el hombro mirando hacia la cana mientras gritaban sus exigencias. 

A mi ya me parecía muy loco el que estaba detrás de Fernando, babeaba el tipo, macoña seguro le aplicaba. Ese tipo fue el que en plena negociación, el muy loco de mierda, aprieta el gatillo y dispara contra el cura Felipe, el famoso cura de la misa televisada de los domingos, que justo estaba también saliendo del banco y parece que el tarado este le identificó. Le explotó el pecho al pa-í. Allí fue que la poli descargo toda la artillería contra nosotros, Martita, no sabés que terror se siente. De locos. No le deseo a mi peor enemigo. Por suerte estábamos atrás nosotros y nos metieron, pero los pobres Fernando y Eugenio… fueron acribillados, Marta,  desfigurados quedaron. Para más habían llegado los milicos del puerto con sus armas pesadas. Mil tiros se ligaron cada uno de ellos mas o menos. Nuestros amigos, Marta. Mis hermanos, Fernando y Eugenio. Vos sabés Marta lo que es ordenar un bife con huevo con jugo de naranja y que cinco minutos después tus amigos se mueran con mil tiros y bazoocazos, indigerible nio es.

Yo no se que paso después porque nos encerraron hacia adentro y los tipos trataron de fugarse por el techo, pero había ya un tanque de guerra en la esquina y me contaron después que los tipos atropellaron el ala sur del Bar y lo derrumbaron, luego el mismo tanque les paso por encima a los terroristas estos. Para empanada dice que les dejaron.
Y bueno, yo esto acá en el sanatorio, ni se como vine a parar aquí, Martita, pero lo primero que hago es llamarte para contarte que estoy todo bien.
Martita, hola? Estas allí?
Al otro lado, se escuchó un suspiro, fastidiado, luego una voz – “Contame que carajos hacia  Clarita, “la pollito mojado” esa, comiendo con vos.”


Cuento de Augusto dos Santos en/ The Sailors Insurgents/2.013.-
(IMAGEN: La masacre de Renatto Gusso)

TODO LO QUE SE PUEDE VER DURANTE UN SEMAFORO EN ROJO AMANECIENDO AL DIA SIGUIENTE DE LA NOCHE DE BRUJAS

  Dos nubes negras, las únicas, empujan al sol y amanece. Las aves que se escuchan por las ventanas abiertas del automóvil, en la desierta a...