lunes, 20 de mayo de 2013


"SOY EL NIETO DE MI ABUELO", UN PACTO DE AMOR POR LA RADIO


Tengo un pacto de amor con la radio desde aquel día en que Don Eleuterio tocó el cristal de la puerta de la sala de locutores en Radio Arapysandu de San Ignacio y pidió hablarme. 

Hice una pausa comercial en homenaje al anciano y salí, lo saludè y le dije – como corresponde – que le trae don?
- “Mire señor Dos Santos – me dijo- yo soy ex combatiente y era vecino aquí de la Radio, pero por razones familiares nos mudamos a Villarrica. Yo lo escuchaba por años - Ud es mi periodista preferido… - pero- como le digo- el mes pasado nos mudamos a Villarrica.
- En serio, don Eleuterio … Y viene a visitarnos un rato? .. – dije, palmoteándolo cariñoso.
- No – respondió- en realidad vengo a pedirle un favor –respondió.
- Si claro- le dije- ¿cuál favor?
Se me acercó al oído como expresándose con mas intimidad.
- ¿Serà que no podría hablar mas fuerte? porque en Villarrica, apeeeeenas le escuchamos..

Si señor. Esa es la radio. La radio es un conjunto de circuitos que se energiza con las pilas de la gente. Es una cucaracha intergaláctica cuyo fin anuncian desde los años 50 del siglo pasado y ni atinó a estornudar hasta hoy. Sencillamente porque la vigencia, la persistencia y la incidencia de la radio no responde a variables tecnológicas sino a un asunto de representación. Pretender que la Radio se muera es como plantear que se muera la comedia, porque ahora podemos ver la tele en los celulares.
O sea, va por otro andarivel.
No se mezcla con el territorio de la obsolescencia porque, sencillamente, su lógica no es de obsolescencia. Pueden resultar obsolescentes los aparatos de radio, como paso en la historia de los majestuosos receptores con los que uno “miraba” las radionovelas, o los transistores, o incluso pueden digitalizarse pero la radio no vive como otras formas de comunicación colgada de sus tecnologías, sino…¡aleluya! colgada de sus contenidos.

Yo descubrí el amor por la escucha de radio, en Pilar, con don ORTIZ. Era un talabartero vecino nuestro, cuyo patio – y el nuestro – no tenia otro linde que el aprecio de vecinos, no mediaba ni un muro, ni una ligustrina, siquiera una raya en el piso de arena.

A las once iba a verlo todos los días. Me fascinaba su arte de generar dibujos sobre el cuero curtido, con sus herramientas artesanales, mojando el cuero, ya con sus menjunjes en dos o tres viejas latas, ya con su propia saliva; me atrapaba la rapidez con que iban saliendo las botas, los cordajes de montura.

Al mismo tiempo escuchábamos a Carlitos Gomez, a Julio Del Puerto y a Edgardo Villalba Viccini. En las pausas de Radio Nacional o Radio Primero de Marzo, nos mudábamos a ZP12 para escucharlo a Héctor Bottino con su reseña deportiva.

Allí fue que escuche – y no en otro sitio- las declaraciones de Vidal Mendez, un extraordinario centrocampistas de nuestro club del Barrio, el Gral Diaz ( tenía gilèt en los codos Méndez, nadie que saltò con èl una pelota dividida en el aire dejó de ser atendido al costado de la cancha, che).

El club había ganado el domingo y el lunes ( que era ese día) se ponían las declaraciones. En esas que se escuchan a los jugadores agitados al concluir los juegos. Vidal Mendez había hecho un golazo de mediacancha mediante un zapatazo de su prodigiosa derecha que rompió las redes del Capitan Bado, pese a lo prodigioso que  era “El Corneta” Villalba como arquero.
Entonces, el cronista creyó que era pertinente despedirlo, de la entrevista, a Mendez preguntándole por su edad. Fue cuando Mendez dijo aquello que nunca pude olvidar:
-       Generalmente tengo 26 años.

La radio. Amo la radio. Escuchar radio con Don Ortiz no era cosa de ir a sentarse sobre la lata usada de durazno en almibar, mi asiento habitual, y estar allí. No.

Pese a mis 8 años, tenia mis responsabilidades como oyente. Por ejemplo, cuando la señal empezaba a flaquear bastaba una mirada de Don Ortiz para que yo sepa que debía levantarme, tomar agua de un grifo del jardín de mi casa ( con la misma lata- asiento) y regar exactamente el agujerito del cable a tierra que nacía en el subsuelo del patio de la talabartería y se bifurcaba en dos destinos: uno iba a las espaldas del gigantesco receptor ERRES ( cuya misteriosa parte posterior me era vedado ver durante las shamánicas conexiones diarias de don Ortiz) y el otro se elevaba siguiendo el rumbo hacia arriba de una tacuara que terminaba en una amarronada latita de Nescafè, cuyo propósito era evitar la podredumbre de la cúspide vegetal (ya que el resto del cuerpo lo tenia bien aislado con su corteza impermeable ).

Don Ortiz era un escuchador de radio. Un profesional. Fijensè que comparti esas siestas con èl durante ¿cuántos años?, tres? Cuatro?.¡ y no recuerdo su voz!. El tipo escuchador de radio de aquellos tiempos ( como el buen pescador) no hablaba. Movía las cejas para mostrarte lugares en la ecuación direccional de cejas y ojos; extendía las manos para pedir un terere. Y lo mas espectacular y ruidosamente silencioso que hacía,: detenía su labor, sostenía sus herramientas a la altura del pecho y fijaba la vista en el receptor, con una media sonrisa complice, cuando pretendía que le pusiéramos especial atención a un tramo de “la audición” ( porque así se llamaban antes los “espacios de radio).


Siempre concluía este avistamiento especial con uno de los dos gestos: Una negación de cabeza y un gesto de hacer a un costado la boca si no había que dar crédito a la versión sobre la vuelta de Saturnino Arrua de España o una mirada directa que me lanzaba, con un sí de la cabeza detenida a medio andar y sus labios en U invertida de admiración, si debíamos creer que el Toro Cabral iba a ser convocado a la selección. A lo sumo le agregaba una seña. Nunca hablando. Con una mano hacia el oeste, lado para donde vivían en el barrio nuestro los padres del Toro y sus hermanos.

Sin embargo a la tarde, tipo 4, me mudaba de casa. Iba al otro lado del patio, con mis amigos Palito, Corcho, Luis y Angel Galarza, porque a esa hora empezaba “El León de Francia”, la radionovela de la “Brillantina Liquida Glostora” que pasaban por Radio Corrientes.

Como sufrimos con la doble personalidad del Rodolfo y sus desventuras con el horrible archienemigo Felipe de Borgoña , hijoeputa como nadie.

Lo odiábamos, mas de una vez lanzábamos bolitas de papel de cuadernos viejos- del año anterior- contra el también gigantesco receptor, esta vez PHILLIPS de los Galarza.
Este receptor tenia un mapa enorme, iluminado, donde nos metíamos con la imaginación siguiendo los pasos del personaje, hasta que un día ANGEL, el menor de los Galarza inventò un recurso ingenioso. En un cuaderno de “diseño” armaba para cada capitulo un paisaje imaginario que incluía, campos, taberna, calles, ríos, y con botones de colores ( el Leon de Francia era el botón grande de cuatro agujeros Lila, recuerdo bien) hacia una especie de seguimiento de la acción, como lo hacían en una sala de situación en aquellos gigantescos pizarrones, durante la segunda guerra mundial, digamos.

A la tardecita y a la noche era nuevamente escuchar radio. En casa había tele, pero yo seguía a la radio, era una cosa así. Algunas noches escuchábamos deportes. Nunca me olvido de la versión nocturna de Reseña deportiva con Hector Bottino. Fundamentalmente cuando envió de cronista de box  a Yaco Sisul, que trabaja en “mantenimientos” de la Radio( peleaban, mi vecino Jose “El Caiman Flores” con el Lobo Rodriguez, en la cancha del Mayo). No me olvido porque tras informar que el Lobo fue derribado y quedó “groguit” de un certero cross de derecha asestado por el Caiman, agregó aquella frase inolvidable:
-       “ en síntesis, Bottino, esto fue un Ok”.

Muchos años después. En su primer día como cronista policial. Julio Meza me diría desde alguna comisaría: “Gracias Augusto, para informar que aquí en dependencia policial hay un niño perdido que está llorando torrencialmente”. Pero eso fue ya muchos años después.



Detesto a los radialistas que cuando pasan los años se atreven a pronunciar la terrorífica e ignorante expresión “ en radio ya todo esta dicho (o hecho)”. Jamàs. La radio es un desafío cotidiano. Es una perfecta analogía del lanzamiento en paracaídas. Es lo ultra del concepto “en vivo”, por lo tanto es un bello paseo por los campos florecidos de la imprevisibilidad mas deliciosa.

Una palabra movida en el piso de una conversación es un tropiezo que te convierte en un reverendo estúpido ante la audiencia, así como una palabrita metida, en el momento justo y en el lugar preciso te elevan a los altares de la santidad.

Una vez entrevistaba a un niño. 8 años tendría. ¿Viste que cuando entrevistas a un niño te crees muy canchero?. Una onda, Dadi Brieva en “Agrandaditos”. Así fue que una tarde vino un chico a la radio y me contaba que su abuelo estaba con problemas y necesitaba comprar herramientas porque robaron el tallercito de zapatero que tenía. Ya iba terminando la entrevista y yo iba repasando, al aire, los datos:
-       “bueno, tu abuelo se llama Eliecer Gutierrez, la dirección es Tte Mendoza y Capitan Bruguez, los aportes pueden hacerse en el mismo lugar, no?.”
-       Si, me respondió el niño.
Entonces fue que quise hacerle un homenaje a tan entrañable nieto, por lo menos preguntándole su nombre, pero con una frase-pregunta que me resultó catastrófica:
-       Y vos quien sos? – pregunté inquiriendo por su nombre.
-       Yo? – y sonriendo me dijo: - “Soy el nieto de mi abuelo”

Y heroica también, no?. La radio es heroica. Como lo fue la ZP12 de Pilar que transmitió su señal, durante la inundación del 83, hasta que el agua empezó a filtrarse por la puerta de entrada y los propios vecinos llegaron a obligar la retirada. Pero no callaron la voz sino fueron a reubicarse en  el único “barrio seco” para seguir emitiendo con un transmisor cedido por Humberto Rubin de la Radio Ñanduti.

Pero aun dentro de la heroicidad y las causas, la anécdota brilla como una cuenta de color distinto en un rosario.

Tras el golpe y la destitución del dictador arreciaron las ocupaciones de tierra como un gesto de rebeldía ante años de injusta distribución de la tierra en Paraguay ( que por cierto persiste exactamente igual). Por aquel tiempo las radios – incluso las de la capital – no tenían reparos en acompañar las reivindicaciones campesinas y era común ver cronistas de radio en las ocupaciones.


No me olvido del caso de un amigo muy apreciado que por su arrojo y resistencia lo enviamos a cubrir una ocupación en Misiones. En dos horas ya había instalado una antena en el árbol mas próximo y transmitía en directo la tensión de los debates entre los invasores, propietarios y policía. Por la noche compartía las historias de los campesinos en vivo y en directo. Fueron varios días de un trabajo impecable de información periodística y divulgación de la realidad humana de los sin tierras, matizado con historias y anécdotas, incluso música en directo con alguna guitarra que llevaron consigo.

Un día, quizás el tercero o el cuarto, nos llaman por teléfono agobiados por la preocupación dos dirigentes campesinos. Era un domingo. Nos aseguraban que nuestro cronista “ fue secuestrado por la policía”. Lo cierto es que el compañero no respondía la radio. Preocupados tomamos un vehículo y fuimos hasta el casco de la estancia – a unos 500 metros del sitio de la ocupación- donde la Policía Nacional había instalado su campamento.

Llego y pido hablar con el jefe del destacamento. Y le digo: mire comisario, tenemos una denuncia que ustedes secuestraron a nuestro compañero. El comisario se queda mirándome por un momento y me dice. ¿secuestrado?. Venga me dice, y le acompaño.

El compa estaba en el patio interior del casco de la estancia. Había 8 policías comiendo en una mesa. El comía en una hamaca paraguaya y se balanceaba de tanto en tanto con un palo de escoba. Secuestrado no estaba. Me acerque tras saludar al resto de los allí presentes y al verme sonriò, solo para agregar:
      que querés que haga Jefe, me moría de hambre y el olor a guiso aquí era una tentación. Es nio domingo”.
No paso nada. Lo mudamos a cronista policial.

El “problema económico” siempre esta muy presente en la Radio, principalmente cuando se trata de sufragar largas historias argumentales.
En los estudios de grabación de radio Caritas grabábamos una radionovela que tuvo su historia. Primero porque se nos fue la mano con la cantidad de capítulos, y naturalmente, se nos agotaron los recursos en medio de lo mejor de la trama. Y no era UN problema económico. Era una crisis. O sea, la novela tenia que acabar, terminar, ya. En dos días. Nosotros teníamos mil historias que contar aun. El malvado intendente de aquel pueblo no había sufrido aun el castigo que se merecía, Felipe ni había pedido la mano aun a Griselda y pretendíamos que se casaran y pasaran juntos el resto de tus días. Palabras mas palabras menos.



Aunque resulte trágico relatarlo, tuvimos que resolver la continuidad( o el fin mas bien) de la Radionovela “Ciudad Esperanza” con un lamentable accidente de aviación que mataba al 90 por ciento de los protagonistas.  Decisiones que uno debe tomar.


Historias. Historias de trastienda de Radio hoy para recordar el día mundial de la Radio, como buenos nietos del viejo  abuelo Marconi.-

Augusto dos Santos.

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