El bar de Palmerola.
Mas
de uno asegura que la actitud fascista y despreciativa hacia toda forma de
contestación social que “adornaba” la personalidad de Juan Napoleón Palmerola
tenia mucho que ver con el sufrimiento que le había impuesto su apellido en la
escuela primaria.
Ya
era un clásico que superaba incluso los ligustros que pintaban los lindes de la
Escuela Santísimo Sacramento que lo había marcado hasta el trauma, aquello mas
agresivo de “Palmerola, tocame las bolas”, o este menos creativo y mas pudendo
de “ No hinches las palmerolas”. Lo cierto es que fue calando en el sentimiento
íntimo del niño, y luego adolescente, una forma de desprecio por la gente que gesticula y grita,
orientándose luego, en las estribaciones de su adultez hacia un pavor/odio
hacia la izquierda y los zurdos, propiamente, que como diría mi Tío Gandolfo “
héroes que andan por allí defendiendo la humanidà
y para ser puteados”, precisamente.
Sería
al segundo año de mandato del Intendente Paul Smith Melgarejo, de recordada
gestión ( y en la Contraloría General de la Naciòn) que Palmerola decidió
visitarlo. Lo recordó como compañero de fila en el 4to grado y pretendía
pedirle un favor de antiguos condiscípulos, honrando aquello que también dice
mi Tio Gandolfo que “cuando uno llega al poder los compañeros de la primaria se
multiplican y los bancos de agigantan”.
El
favor consistía en obtener una manito en la licitación del Bar del Centro
Recreativo, Social y Deportivo de la Villa del Rio, CERESODEVIRI, sitio de
importante concurrencia de jóvenes, e incluso sectores de la clase media no
ingresantes al Club Deportivo y Social del Remo, de mas alcurnia, digamos, por
dejarlo todo en brazos de una frase.
En
la semana del petitorio de audiencia le concedió una reunión el Intendente, quien
por cierto al recibir la cedula de solicitud de manos de su Secretario Privado,
abrió grande los ojos y exclamó: “Palmerola,
tocame las bolas…”! . Luego le explicó al despavorido muchacho la historia
de esta expresión. Lo cierto es que el jueves a las 11.00 , Palmerola estaba en
la antesala aguardando que el Intendente lo reciba. Diez y siete segundos antes
de ser convocado un repentino dejavú le golpeo la frente. Recordó que Smith era
el mas insistente acosador con la historia de su apellido, pero nada – repensó-
el fin justifica los medios y los sufrimientos.
La
puerta del despacho Municipal se abrió. Había una decena de personas esperando
al Intendente. El propio Smith quiso darse el gusto de salir y convocar a voz
de cuello a su ex compañero. – Palmerooooola…- exclamó. Obviamente no dijo el
resto de la frase, pero detonó una carcajada al fondo de la antesala, que luego
se identificó como perteneciente a Eduvigis Mateucci, un ex abanderado de un
año superior de la escuela, que naturalmente recordaba la anécdota y
posiblemente al verlo a Palmerola estaba acosado exactamente por los mismos
recuerdos.
Smith
lo atendió muy bien y acomodó la licitación para que Palmerola resulte a cargo
del Bar de CERESODEVIPI, que a partir de ahora pasaba a llamarse el BAR de
PALMEROLA.
Consistía
en una sala grande, piso de granito, barra de atención al cliente, mesas de bar
y un patio pequeño, para un par de mesas mas en homenaje a los fumadores. Igual,
en las noches de peñas, los fumadores terminaban adentro y los no fumadores,
con algún cuestionamiento hacia el humo, terminaban en las mesitas ubicadas
bajo un par de Naranjeros, alrededor del aljibe colonial.
Por
cierto era la primera experiencia gastronómica del Palmerola, mas que nada
motivado por las ganas de permitirse ciertos caprichos, como encontrar un
sitio, de su propio regenteo, donde armar una ronda de amigos y putear a gusto
contra los izquierdistas, “chingados de su madre, pelilargos que no se bañan
nunca..”.
Y
cayeron algunos parroquianos en las primeras semanas. Lo que no cayó bien fueron los gestos de sobrepeso relacional de
Palmerola, que a contertulios que llegaban, algunos con ganas de celebrar un
cumpleaños, otros para hablar de un negocio o una pareja clandestina buscando
ese sitio para intercambiar novedades, siempre se encontraba con la
aproximación de Palmerola - allà por los 10 minutos de la estancia en el bar - con
alguna de las variables abrelatas de su conversación: “ vieron la tele?, están
locos estos comunistas, no?”, o , “ustedes deben opinar como yo, estos zurdos
merecen ir a la cacerolita, no?”.
Con
el tiempo la clientela se le fue yendo, principalmente algunos que intentaron
reincidir en el bar y se encontraron dos o tres o cuatro veces con la misma
historia.
Setiembre
fue un mes jodido porque no cayo nadie. Octubre peor. Despidió a la cocinera y
no rescindía contrato porque, si bien le facilitaron el acceso a la llave del
bar, sus cláusulas de renuncia al trato eran leoninas. Fue cuando se le ocurrió
lo del aviso en el diario. Un aviso en el que anunciaba que iba a abrir su
nueva temporada de peñas ( las que había cancelado hace un semestre en su
intención que no hubiera música que interfiriera en su charla con los clientes)
y llamaba, por ese mismo anuncio, a los grupos que quisieran participar, a que
se anoten.
Serian
las doce menos cuarto o las doce de aquel miércoles, cuando ve llegar al Bar a
un chico de barba marrón, gorro jamaiquino, guitarra enfundada al hombro y una
camiseta roja rojita con la indudable expresión “música y revolución,
Carajo..”. Iba a intimarlo a que se detenga en el dintel, pero luego recordó el
anuncio y en sus adentros dijo, “ ya esta, si aguante lo de Palmerola, tocame
las bolas por años, ahora aguanto esta visita..”.
-Como
le va - dijo Hugo Aguaviva, el chico de marras, quien apenas se acodó en la
barra, pego en chiflido de esos que se hacen con los dos dedos (mugrientos para
el gusto de Palmerola) y respondiendo al mismo entraron dos mas al Bar, uno, el
Gumer Dick, que luego sería presentado como percusionista de la banda y la
otra, la Aleida Gutierrez, quien también seria presentada luego, como segunda
voz y pandereta del trio.
-Que
les trae jóvenes – dijo el dueño del bar, tragándose el impulso de leer las
leyendas de las demás remeras asistentes.
-Venimos
por el anuncio, queremos hacer un toque aquí, a ver que onda, el perraje vive
en la vecindad, capaz que pegue, boluo – adujo Hugo con muchas ganas de
convencer al de la convocatoria.
– Mi
hijo, yo “boluo” no soy, eh?
-Perdon,
boluo, somos las tribus urbanas, es el dialecto, loco, perdón..-
-
Bueno – se repuso Palmerola – y que música hacen?
-Ok
– interrumpió Palmerola- me dejan un celular, les llamo si hay espacio este
viernes, esta bien?.
Asi
ganaba tiempo, pensó , a ver si cae algún grupo “decente” que evite este numero
en la semana.
-Estupendo
loco, su nombre? – preguntó el músico.
-Jose
Napoleón – respondió él, ocultando su traumático apellido.
-Grande
Napo! – gritó el percusionista a medida en que recorrían el bar rumbo a la
salida.
No
transcurrieron diez minutos y sonó el teléfono.
-
Hola?
-
Si, el Bar Palmerola?, llamamos por el anuncio,
somos un grupo de canción testimonial, “Los Hermeneutas de Bakunin”, y nos
preguntamos si hay espacio para un recital en la semana.
-
Ehh ..- Palmerola contuvo la respiración… si, y
que música hacen? – pregunto a pesar de todo.
-
Y nada, - respondió la voz – nuestro canto es el
murmullo soterrado de la clase trabajadora, es casi un canto de alcantarilla,
le diría, que reivindica a Jara, pero no evita tocar un par de canciones de
Hugo Ferreira si hay un publico mas noventoso en la sala…
-
Mmm, su nombre?
-
Federico CantaLuna, “ Juan Fernandez” es mi
nombre artístico…
-
Bueno, don Fernandez, le respondo hoy o mañana,
hay una larga lista, comprende?
-
No hay dramas, Señor, Ud sabe que las
reivindicaciones artísticas del canto nuevo no dirimen con las urgencias sino
con la estructuralidad del tiempo… asi que , avise nomàs y estamos allí…
Colgò y se quedó pensando. Parecía una broma del
destino. Igual trato de encontrar explicaciones. Era un barrio así. De hecho en
la otra esquina funcionaba la sede del PRTCT (Partido Renovador Todos contra
Todo), que responde a la Internacional de jóvenes contra el ALCA. Y no hay que
ir sino tres cuadras mas abajo para encontrarse con la sede del PMASI, el
Partido Movimiento al Socialismo Indisoluble. O sea, barrio progre, ès, pensó.
Ya
iba resignándose a su suerte cuando vuelve a sonar el teléfono. Esta es la mía,
pensó, “que sea un grupo Tanguero, que sea un grupo tanguero”
- hola - dijo seco y macho para
disuadir.
-
El Bar de Palmerola?, se escucho una ronroneante
voz de mujer.
-
Si, asi es señora
-
Gracias por lo de señora, me revientan los
machistas piropeadores que escuchan una voz de mujer y piensan en el levante –
se escuchò decir al fondo para su estupor –
-
Diga…señora…
-
Leímos el aviso, somos las Negras Locas de
Frida, y nos jugamos por el anote en su
llamado a músicos. Podemos tocar en la semana..
-
Hacen música de protesta – mascullo- ya de
brazos caídos- Palmerola…
-
Protesta no, señor Palmerola, ¿Palmerola?
-
SI, Palmerola..
-
Mire don Palme, lo nuestro es mas convergente
con el new age, pero sí, hay una onda de revocatoria de paradigmas que tiene
que ver con el elemento simbólico de nuestra trova, un blend del rock emergente
árabe con alguna letra de Nestor Damian Girett, capaz. Así, como muy loco.
Tenemos una opción, somos asociados a los graffiteros de “La vieja pared” y
mientras tocamos pueden pintarle el muro, es opcional…
-
NO. Eso no. Pero le devuelvo la llamada si hay
espacio, ok?
-
Gracias Don Palmito.
No
fui sino una o dos veces al Bar de Palmerola cuando empezó su etapa de
recitales, mas bien por èl deje de ir. No me gusta ver a la gente que cambia de
pensamientos por las obligaciones del comer y no dudo que debía ser triste para
èl también al principio.
Ademas estaba muy entusiasmado con los nuevos debates políticos de lo que tomaba parte antes de la debacle económica del Bar. Justo
que empezaba a enganchar con aquella gente de la coordinadora de los SUPPM, (
Soberanos Unidos del Paraguay para el Mundo) que planteaba una indemnización
ante el gobierno Argentino tanto por las tierras inundadas a consecuencia de la represa de Yasyreta como por otros hechos
ingratos de la historia, incluyendo una justa compensación por el incidente que
tuvo el Gral Jose Eduvigis Diaz con una bala de cañon, y que obligo al Dr
Skiner, de la sanidad de campaña, a retirarle una pierna en los campos de Paso
Pucú.
El
ya se sentía muy cómodo con toda esa nube de nacionalismo, como en sus tiempos
mozos cuando compartía el pupitre con un compa ya fallecido, el gordito
Coronel, Pastor de nombre, pero como diría un cura amigo, Dios escribe la
historia con renglones retorcidos y efectivamente, la ultima vez que lo ví con
la remera del Che, canturreando “Que la tortilla se vuelva” con el mismísimo
Camilo Soares acodado en la barra de su Bar, me dije para mis adentros “ se nos
fuè Palmerola, se nos fue”, y caminé de regreso a Casa. Asunción es una caja de
sorpresas.-
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