La banda de los románticos.
Mientras las uñas largas del sol empezaban a rasgar el proyecto de alborada del setiembre aun frio en Pilar, Maldonado, el estudiante de derecho, ebrio y sinuoso bajaba la calle 14, recordando retazos razonables de un poema de Oscar Ferreiro. En rigor bajaba la calle porque la mano invisible que apura a los borrachos arrugaba la espalda de su traje amanecido hacia la plaza del soldado desconocido.
“Se está hamacando en el puerto la lancha dos corazones” recitaba el hijo del farmacéutico mientras ya en la plaza eludía una pareja aturdida por los negocios de
l touch and go en la vampiresca empresa de terminar antes que el sol se imponga con esa mancha de luz que ensucia las delicias de la vida ciega.
Alcanzó a sentarse en el banco que mira hacia la Isla efímera de los tiempos del rio bajo, una especie de zona primaria de importación ilegal donde la “Banda de los románticos” suele retornar a esa hora y a quienes daría una mano en el aterrizaje de sus mercaderías en una especie de canje por las clases de percusión que le ofrecía los miércoles de 11 a 13 el líder del clan de música y cabotaje, el Tano Burgués.
Diez minutos después divisó el “glorioso encuentro” así llamada la opción casi astronáutica de acoplamiento entre la canoa de los chicos y el bote de la marina que hasta las 6 de la mañana ofrecía una caja delivery a dos kilómetros de la costa con el altruista propósito de aliviar ( con costos generosamente inferiores) las tarifas ingratas de los vistas de aduana en una especie de blanqueo indocumentado que no era otra cosa sino una especie de certificación legal del no avistamiento naval de la embarcación con lo cual el acto y efecto de contrabandear morigeraba a un estadío que el compositor del grupo, Pepin Araujo, se animaba a describir como el “limbo pacotillero”.
El colorado Rios, el tercer tripulante y a la sazón remero premium del grupo se ocupaba luego de recordar las viejas lecciones de remo del profesor Camacho en el colegio Juan XXII para impulsar con una centena de movimientos encadenados de sus músculos sordos de machutero del grupo . La canoa reposaba 15 minutos más tarde en el bajo de los camalotes, donde la embarcación Santa Anita empezaba con sus tableteos de arranque para la rutina de pasajeros al Puerto Bermejo.
Aniano, el quinto en cuestión arribaba al unísono con su ruidoso rastrojero para los asuntos del transporte terrestre de la mercadería con tanta tarea de conjunto ( nunca mejor expresada) que en media hora todos estarían durmiendo el justo sueño de los microempresarios de ribera.
Pero ese día se rompió la rutina.
“Federico Aproniano Mendez Martinez, jefe de Aduana de Pilar” enunció una voz desde la altura que por su porte y resolución los tripulantes atribuyeron al petiso pelado con corbata azulgrana parado en medio de tres señores con chaquetas de la repartición estatal.
- Esto que están cometiendo es el grave delito del contrabando que desangra las arcas del estado y provoca pobreza y desigualdà social – siguió recitando - efectivamente, el petiso, al tiempo en que golpeaba una plancheta y procedía a sorber un mate amargo con aire de autoridad implacable.
El tano, líder del grupo al fin, alzo los brazos para evitar cualquier opiniòn de integrante alguno de los romanticos y tomó la palabra.
- Señoor..
- Federico Aproniano Mendez Martinez, nuevojefedeaduanaspilar..
- Don Federico, nosotros vamos a darle todas las explicaciones, tenemos el permiso de la marinería, apenas nio son unas carguitas de vino y harina, para la sostenibilidad de nuestra familia… además somos nio del grupo La Banda de los Romanticos, la orquesta del pueblo que todos conocen…
- Yo no. Yo vine a percibir las tasas y tributos del estado y no a escuchar música mijo… la camioneta se deposite en la aduana y los infractores nos acompañan de inmediato - ordenó
La procesión de los jóvenes y el comando aduanero partió del puerto hacia el edificio de la aduana, con la mercadería al frente a marcha de difunto ( mas por la antigüedad del rastrojero que por efecto alguno de dar garantías de no elusión a la ley).
Media hora después la intercepción portuaria era noticia en Pilar. El noticiero de la radio dio parte del suceso con todos los nombres. Para las 07,48, las madres de los artistas formaban un sindicato de plañideras en el patio de la aduana cuestionando el operativo y agitaban banderas sobre esa forma de justicia que siempre cae sobre los hombros de los desvalidos. No faltaron alusiones a contrabandistas empresariales que conformaban el podio de los intocables en el pueblo, referidos mediante el viejo truco literario de la comparación.
La Asociación de Músicos Pilarenses envió una conspicua delegación integrada incluso por el nonagenario arpista Sindulfo Mosqueda, gesto que por muchos años fue recordado en el hospital regional, área de terapia intensiva, de donde fue retirado a cambio de un concierto en el encuentro anual pro- aguinaldo del centro asistencial.
Juvencio el campanero del templo, quien sabe arrebatado por el misticismo o quien sabe por su parentesco cercano con el colorado Rios fue portador de un colchoncito, un cirio que encendió en el acto tras lo cual anunció ante la multitud que se acrecentaba en el lugar, su constituciòn, sin más tramites, en huelga de hambre hasta que “los jilgueros del pueblo recuperen su libertad y sus derechos”.
El teléfono del intendente Osorio no dejaba de sonar y la presión social se acrecentaba con el reclamo ciudadano proclamado en las radios sobre la ausencia de las autoridades para mediar en esta coyuntura. El colectivo FREUPORJU (Frente unido por la defensa de la juventud) alcanzó a caracterizar este suceso mañanero como una oprobiosa muestra de “ausencia del Estado” forzando una interpretación a los fines de sus fines.
Dos horas después del operativo aduanero el intendente Osorio acompañado de 7 miembros de la policía municipal de transito se apropincuó ante el edificio de resguardo portuario e irrumpió resueltamente oficinas adentro sin detenerse a gozar de la aclamación popular que para esa hora tendría mil doscientas gargantas.
Media hora después el Intendente acompañado de los integrantes de la Banda de los Románticos y el Jefe de la Aduana, Federico Aproniano Mendez Martinez, aparecieron en los balcones de la casa señorial de principios de siglo para anunciar la liberación de los hijos del pueblo sometidos a tan abrupta circunstancia.
Por cierto Osorio no solo destacó en su encendido discurso la condición moral y ética de los muchachos sino también a sus cualidades musicales, hizo loas a su particular interpretación de “La Balsa” , “Volveras mi amor” o la versión de “lotrodia caminando por las calles” , entre otros hits, “ con los cuales – dijo- llenan de sana alegría nuestras fiestas”. También en un giro imprevisto colmó de consideraciones la tarea patriótica del jefe portuario, a quien declaró provisoriamente ad referéndum de la Junta Municipal de cuya coincidencia decía no dudar, “posible hijo dilecto del pueblo de Pilar”.
“Estos episodios en nuestra vida ciudadana nos ayudan nada mas a entender que las autoridades debemos coordinar un poquito nuestras actividades” dijo ya hacia al final de su alocución lo que fue para los preciosistas de la retórica el único tramo un tanto cuestionador que el jefe de Aduanas entreverado en las mieles de la aclamación no recogió como una crítica sino como un aporte a la integración.
Diez minutos después el grupo retornaba a sus hogares y los miembros de la movilización a sus asuntos cotidianos, incluyendo a Juvencio el Campanero que por su intención de mortificarse con la purificación del hambre fue homenajeado por la ASOSETEMPI (Asociaciòn de Mujeres del Templo de Pilar) con un locro ypycuè elevado a categoría de olla popular a un costado de la Cruz de la última misión.
Treinta años después, el 17 de setiembre, se recuerda en cualquiera de las residencias de los integrantes del recordado grupo la fiesta de conmemoración popular de este episodio, oportunidad en que con comida y regalos para los concurrentes se memora aquel atraco a la convivencia pacífica e incluso se animan a tocar juntos de nuevo los integrantes de la Banda de Los Romanticos, quienes en un gesto de unidad histórica lograron que sus hijos cultivaran de nuevo las artes de Santa Cecilia, que ahora el ritmo del reegaeton dan vida a la agrupación “Los hijos de la Canoa” en un oculto propósito de homenajear a sus padres que sacrificados y obstinados treparon las escarpadas cumbres de la prosperidad con la nobleza del canto.-
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