EL DEBU DE MURTINHO
Hay tipos que tienen mejor memoria y recordaran si fue para la primera o segunda rueda ( que asi se llamaban antes), cuando surgió en el pueblo la versión de la llegada de un brasileño para el cuadro del Fomento Sur. Las nacionalidades tienen mucho que ver con los deportes. No es lo mismo que te digan que va a venir un canadiense a que sea un brasileño el que venga para jugar al futbol. Lo mismo que con el Basquetbol, si te dicen que viene un Haitiano no te mueve mucho, pero si te dicen un yanqui, es otra historia, o que te digan que viene un ajedrecista Ruso, ya te garantizan con la bandera, viste?.
Lo cierto es que la versión que surgió en el Bar Carrasco, luego paso al corrillo de la Foca y finalmente se empezó a mencionar en Reseña Deportiva, allá por Julio del 80: la venida de un jugador brasileño de nombre Murtinho. Numero nueve decían, en aquellos tiempos en que el numero y la función eran indivisibles – y parafraseo al Gabo – como el zumbido y el moscardón. Pocos días después todos hablaban de Murtinho y se hacían mitos sobre su potencia. Morocho, metro ochenta, decían y no falto quien preguntara si basquetbol jugaba ( Pilar, nio).
Finalmente en la ultima semana de Julio, en un viaje regular ( regular por lo horribles que eran) de Sirena del Paraná llegó a la terminal de ómnibus Roberto Felipe Murto Malacao, alias Murtinho. El intendente, que era fanático de Fomento estuvo allí, al igual que medio centenar de personas, a esperarlo. En un simpático acto, le hicieron entrega de una pelota en cuyo interior habían metido la llave de la ciudad, nadie sabe como.De inmediato lo llevaron a la pensiòn Del Puerto a descansar porque su debú se daría ya al día siguiente.
Mínimo eramos 30 chicos, cachorros de futbolistas, estudiantes como yo, gente grande del barrio, todos subidos a la montura de su bicicleta y observando, en típica pose pilarense, aguardando la salida de Murtinho del hotel. Tipo 11.30 apareció Murtinho en la recepción y comedor, donde ocupó una mesa con el Presidente del club y el entrenador. La masa de curiosos se agolpó en racimo ante la ventana alta y de rejas pintadas de verde ejercito, tratando de escuchar. Siesta calurosa, cigarras, sonido de heladero y alguna moto de escape libre de por medio. Había que agregar a esto ese impertinente sonido descripto por Isacio Burguez en su breve opúsculo sobre las aves de Pilar, bautizado con el nombre de cho chi y que según èl, tenia como único propósito biológico el impedir la siesta de la gente.
El salón era grande para la modestia del mobiliario, o el mobiliario era modesto para la enormidad del salón, eso ya podríamos discutirlo luego. Sin embargo, el mostrador tenía una constitución robusta, oscura y con el lustre de los brazos que posaron y bebieron sus fernets, sus cañitas, sus cervezas, sus naranjiles. Solo cuatro mesas, en geometría cardinal se repartían el aire que se escuchaba girando arriba en las aspas de madera terciada con vieja pintura imitación a caoba, que no hacia viento pero paseaba con bonito donaire el vestido largo de una bien tejida tela de araña.
Pero donde sucedía la cosa y donde estábamos todos expectantes era afuera, vicheando la escena desde el ventanal que debía estar a 8 metros de la mesa de Murtinho.
Oñee pio como brasilero, preguntò, el Negro Mereles. Reipotá pio oñee polacope, le respondió el zapatero Mendieta, siempre tan tajante, lo que despertó la hilaridad del conjunto y no dejó de llamar la atención de los comensales. Algunos aseguran incluso que Murtinho les miro en ese momento.. Mañami omañá ñande rehé la tipo, dijo alguien.
El primo del electricista Salinas, cuyo nombre nunca recuerdo advirtió luego que el jugador brasileño devoró un plato de caldo de porotos de entrada. Oú avei la cumanda la rapai, dijo medio en voz baja, lo que suscito el tradicional ehh?, de la gente que quería escuchar mejor. Hoú poroto!, agrandó la voz Huguito, porque siempre el que aclara lo que no se entiende es otro en un grupo asi. Ea, replicó Mereles, koaa nio hou voi poroto Brasilpe, pea nio ichipaí hikuai. Así continuó ese prodigioso descubrimiento comentado, casi microscópico, de la otredad en formato jugador de futbol que allí se exhibía de cuerpo presente.
Poco rato después irrumpió en el comedor del hotel Rubén Cesar González, alias Bebito, ídolo máximo del club, pelo largo, pinta de ídolo de tapa de Goles de los 70. Hubo toda una movilización de los curiosos tratando de ver desde la estrecha ventana con rejas, horriblemente pequeña para medio centenar de observantes y razón por la cual era esencial que los que estaban en primera línea, no mas de siete, transmitieran los hechos que en general eran re-comentados por de la segunda fila para los de mas atrás.
Le pasó su mano a Bebito cheraa, dijo uno. Oabrazà chupe, complementò otro en tiempo real. Se entiende pio cuando habla, preguntó alguien desde atrás, casi desde la calzada. Mbaeiko chimá, hei chupe, cheraa, aseveró el peluquero Pereira que estaba con la cara metida entre las rejas. Bebito pio, pregunto uno desde atrás. Bebito, reipota pio la brasileño oñee chupe guaranime, ich… replicó Mendieta, provocando de nuevo risas.
Ña juana, la dueña de la pensión entró al comedor con una fuente en la que tiritaban aun en aceite una decena de milanesas. Oikè ña Juana, milanesa la tema raé hina, dijo uno de adelante. Allí y en ese instante, recuerdo bien que subiéndole prácticamente a espaldas de mi hermano y recostado en Julio Pyguasu pude ver la secuencia yo mismo.
Había aparecido un fotógrafo y una vez que Ña Juana posó la fuente con milanesas se incorporaron para tomarse una foto. No puedo olvidar un detalle que años después, (40 años después) aun hoy me lleva a una pequeña reflexión que después les explico. Lo cierto es que cuando se aprestaban para la segunda foto - el ídolo Bebito a un costado, en el centro el Presidente y Murtinho y en el otro costado el DT- Murtinho levanta la fuente de Milanesas, como si fuera un trofeo, entendes?. Una especie de copa de campeonato pero levantada solo hasta la altura del hocico y esa sonrisa tan plena, tan sincera, tan auténtica de blancos dientes blancos sobre el rostro negro de negro, una foto inolvidable que quedo en mi cabeza para siempre. Ovyá la tipo.
Vos sabes como era el tiempo en esa época, allá en el sur. De pronto rompió un aguacero sin dar explicaciones, y al sonoro pipuuu de todos despejamos la platea que observaba la escena al interior de la pensión del Puerto y a su vez nos retornamos a hogares con el veloz bicicleteo simultaneo. Ya en la tarde tocaba ir a ver el debut de Murtinho, a gozar de sus goles y a sentir la frustración de los rivales mezclada con la acritud insoluble de la envidia.
Yo no fui al estadio sino a la terminal porque empezaba el cursillo de la Universidad en Asunción. Recuerdo que al día siguiente, más porque me llamaron a consultar como había llegado, yo atinè a preguntar que tal había sido el debut de Murtinho. La respuesta de mi hermano fue: desastre.
Entonces pedí hablar con Papá para escuchar una segunda opinión, y el me dijo lo mismo pero con la palabra desmembrada: de sas tre , mijo, de sas tre.
Recuerdo que me explicaron mas cosas, pero no logro recordar que detalles eran.Traté de preguntar varias veces mas sobre Murtinho ese año, y terminé no preguntando mas la vez que me contaron que lo contrataron como secretario de don Cirilo, a cargo de la intendencia de la cancha. Ombovyvy porà la pelota rapai, dijeron con triste ironía.
Por eso de Murtinho trato de recordar siempre la ilusión. Porque uno se amarga si no recuerda esa parte de las historias que se revisten de ilusión. Después ya vienen siempre los desencantos y eso no vale la pena recordar. Por eso de Murtinho me gusta recordar esa foto cuando levanta triunfal la fuente de milanesas antes de su debut.
Quien sabe cuanta felicidad le daba llegar a la gloria de un plato de comida.-
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07/08/21
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