martes, 2 de julio de 2024

GIRASOL INGIRASOL

 Girasol ingirasol


Hay un girasol que estúpidamente mira a la pared y una pared, obviamente. Un puente de sol cotidiano, casi tangible de polvo en suspensión, que da sentido a la identidad de ella:, el girasol .Y alguien como yo que dice en voz baja, como si hubiera alguien alrededor: ¿por qué se me ocurre criar un girasol?


Una hora después de insistir con una historia que no termina de hornear, de mirar  desde la aridez una biblioteca que a borbotones trata de ayudar, vuelvo a mirarla y a preguntarme nuevamente, ¿ ei, y ahora, que hace mirando la pared?. Hay un sol, ahí, afuera, que la abriga, que la envuelve, que le llena de blanco en esa mañana de junio, pero ella, la muy girasol, mira a la pared. 


Una hora después caminé hasta ella y lo hice: giré el rostro pleno de la flor hacia la mismísima plenitud del sol. A donde pertenece. Ahí tenés sol, capaz y no te diste cuenta. (No se si fue un gesto solidario o un reproche)


El sol de las 10.00. A mi me resultaba imposible mirar. Lo deje allí, al girasol, arrollado por la luz en el rostro amarillo sol, mirando hacia el ventanal de deliberadas cortinas des-corridas. Baje a tomarme un desayuno. Los deje solos. Los presenté: Sol, girasol, girasol, sol.


No demoré mas que 20 minutos: una tostada, muy tostada, manteca, mermelada de Areguá y el café arábigo de Canindeyu. Tras enjugarme la boca y dejar que la sagrada bebida hamaque su ultimo trago en la maravillosa lengua; subí de nuevo a la biblioteca. Maldición. Se había nublado. No había sol. El pajero sol se perdió en la nubosidad durante el tiempo en que estaba desayunando. 


El girasol  hundía sus ojos en los nubarrones desgraciados de otoño, oscuros como un vaso de Eiti Leda, jamás volviendo la cara hacia la lámpara encendida. Siempre desolada, nunca insolada. Un gusto conocerla girasol ingirasol y de aprenderla y de gozar, mas tarde, de tal inmensidad.-


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